Mucho se ha malentendido la frase bíblica vivir por fe. Se ha cultivado la cultura de la irresponsabilidad en muchas iglesias y ministros que abanderan el lema de la dependencia de Dios sin provisión ni previsión familiar para los pastores, evangelistas y obreros que se dedican a la predicación y enseñanza del evangelio de Cristo.
Tenemos ministros que viven en casas pastorales o de renta y nunca se hacen de una propiedad o vivienda para su familia, porque no quieren dejar de vivir por fe. Existen las iglesias que no pueden ver a su pastor prosperar económicamente o adquirir una posesión material, porque lo acusan de haberse vuelto materialista y mundano, pues ya no depende del Señor.
Todavía encontramos pastores y evangelistas que no abren una cuenta de ahorros para adquirir un seguro de salud para la familia, o congregaciones que, pudiendo dar este beneficio a su líder, no lo hacen, porque tienen miedo de renunciar a la vida de fe.
No faltan las iglesias o los pastores que invitan evangelistas a predicar a sus campa- ñas o programas especiales y sólo les dan lo que se recoja de ofrenda en los cultos, aún y cuando sean cantidades miserables que no suplen las necesidades de la familia del visitante. Lo hacen así porque piensan que el predicador que vive por fe debe conformarse con lo que se le dé, sin importar si completa o no siquiera para sus viáticos.
Un análisis de la frase paulina de vivir por fe, nos ayudará a evitar extremos que son peligrosos y que no edifican al cuerpo de Cristo, pues promueven la irresponsabilidad y van contra la excelencia que el Señor demanda a sus siervos y a su pueblo en el asunto de la atención al ministerio.
La frase por fe andamos, no por vista, aparece en 2 Corintios 5:7.
El contexto nos habla de la diferencia entre los pactos antiguo y nuevo, la superioridad del evangelio sobre la ley de Moisés y la entrega absoluta que debe caracterizar a los ministros del nuevo pacto. El grado de consagración debe ser total. Ni la muerte se debe convertir en un factor paralizante, pues cuando nos separemos del cuerpo mortal estaremos en la mejor posición ante el Señor que nos llamó. (2 Corintios 3:4- 4:18). Tenemos la esperanza del cielo y la conciencia de que compareceremos ante el tribunal de Cristo y seremos juzgados y recompensados según nuestras obras. Ahora no vemos toda la gloria que nos corresponde (No andamos por vista). Pero por fe sabemos que es una esperanza ciertísima a la que nos aferramos (en ese sentido de la esperanza vivimos por fe) (2 Corintios 5:1-10).
El vivir por fe en Corintios no es un asunto privativo de los predicadores, sino que compete a todos los que creemos en Jesucristo. Es decir, todo cristiano debe vivir por fe. Ningún hijo o hija de Dios depende de los beneficios materiales que recibe o del buen trato del mundo para confiar en que el Señor cumplirá sus promesas celestiales. La frasenada tiene que ver con la economía o las finanzas del pastor o del evangelista.
Es necesario que atendamos los pasajes bíblicos que expresamente tratan el asunto de la provisión alimentaria y material para el ministro del evangelio. Tales pasajes nos ayudarán a comprender mejor el principio divino sobre el sostenimiento de sus siervos y siervas y evitará que caigamos en tratos injustos que no alientan a los que se dedican al ministerio de la Palabra.
En el Antiguo Testamento Dios llamó a una casta sacerdotal para que se encargara del culto en el templo y la enseñanza de la ley al pueblo. Para su sostenimiento ordenó que se apartaran los diezmos, las primicias y ofrendas que servirían para suplir las necesidades materiales de los siervos de Jehová y sus familias. Los encargados de la obra del Señor recibían espacios de tierra como propiedad, dinero y ganado. El proyecto divino de manutención para sus ministros era integral.
Se mostró celoso el Señor del sostenimiento de sus siervos, tanto que, amenazó y cumplió con cerrar el cielo, detener la lluvia y las bendiciones sobre los que se mostraran infieles en traer la provisión a su casa. Malaquías 3:9-11 contiene una reprimenda severa desde el trono celestial al pueblo que se olvidó de cumplir la ordenanza divina.
No nos dejó el Señor en la penumbra respecto al tema en el Nuevo Testamento. El Maestro habló del principio del sostenimiento en dos términos: …el obrero es digno de su alimento (Mateo 10:10); y …el obrero es digno de su salario (Lucas 10:7).
Del alimento, porque ha de ser sostenido por Dios a través de la gente a la que ministra durante el tiempo que permanece en el lugar. De este modo las congregaciones elaboran una agenda para atender al siervo o la sierva de Cristo que los visita. El salario, porque al llegar a casa la familia espera al predicador con la provisión para suplir las necesidades de los que dependen de él económicamente.
Pablo no repara en afirmar que …ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio.
Conecta esta ordenanza de Cristo como secuencia del principio divino del sostenimiento de los ministros del templo, los cuales participan de las cosas sagradas y comen del altar los que sirven en el. 1 Corintios 9:13, 14 dice que la bendición para los ministros de la Palabra debe ser generosa, de tal modo que no ponga bozal al buey que trilla. Y se debe entregar no como ofrenda de amor, sino como el privilegio que debe gozar el que siembra una viña de comer de su fruto, o el que cuida de un rebaño y tiene el derecho de tomar su leche. Es decir, se debe dignificar a los que ministran; el trato que se les ha de dar es el de soldados que noviven a sus expensas, sino del reino en el cual sirven. No son pocas las congregaciones que ponen a trillar a los bueyes y les tapan la boca para que no coman. Los envían a casa con las manos vacías o les dan ofrendas que con el pago del pasaje de regreso sólo les queda una minucia para entregar a la esposa y los hijos que esperan al padre para ver si les trajo un regalo o dinero para disfrutar alguna buena comida (1 Corintios 9:7-11).
No hacemos bien cuando dejamos que quien nos ministró regrese a su hogar con las manos vacías o con las arcas a medias. Es entendible, si la iglesia no tiene recursos y las ofrendas son limitadas; entonces el evangelista acudirá al campo con la conciencia de que no recibirá o le darán poco. Llevará la Palabra con gusto sabiendo que la gente hizo su máximo esfuerzo por bendecirlo económicamente. Su ofrenda escasa será olor fragante ante Dios y se valorará como la de aquella viuda que en su pobreza dio hasta de su sustento. Pero resulta indignante que las iglesias pudientes no tomen en cuenta este principio de esforzarse por enviar con bendición al siervo o la sierva que les dedicó tiempo para ministrarles.
Indignante será también que una congregación se esfuerce al máximo para dar ofrendas espectaculares a los ministros visitantes y al pastor que los atiende permanentemente le muestren un espíritu mezquino. El siervo o la sierva verán que todos los recursos se van fuera, mientras las arcas locales quedan vacías.
Tenemos que luchar más para cultivar la cultura de la responsabilidad de los siervos de Dios para con su familia, y de las congregaciones para los pastores o evangelistas que las ministran. Debe remunerarse con equidad y hasta donde sea posible con generosidad a los predicadores y maestros de la Palabra.
Las iglesias deben cuidar que sus pastores vivan dignamente. Que su mayor preocupación sea ministrar la Palabra, consagrarse a la oración, dedicarse a la administración y brindar consejo a las familias en crisis. Que no se consuman en angustia por falta de provisión de alimento, vestido y calzado para la familia; que sus hijos tengan los recursos para estudiar una carrera o aprender un oficio. Que tengan el beneficio de la salud y la medicina cuando la enfermedad llegue.
Los pastores y sus congregaciones deberán vigilar porque los evangelistas y obreros que ministran en sus programas sean bien atendidos, que reciban sus pasajes aparte de la ofrenda que se les dará. Que vayan a sus casas con una porción generosa, para que la familia vea satisfechas sus necesidades y bendigan la obra de Dios con acciones de gracias.
Ni el concepto de vivir por fe ni el de ofrenda de amor ayuda cuando someten a los ministros a una situación raquítica económicamente hablando. No estamos a favor de los evangelistas o profetas que saquean a las congregaciones y demandan lujos sin medida como requisito para aceptar una invitación. Estamos en contra de los que lucran con el evangelio y manipulan a la gente para despojarla de sus bienes. Pero en igual desacuerdo nos manifestamos con los que cierran la mano y esconden el dinero ante las necesidades de los siervos de Cristo. Los que se dedican a predicar y enseñar han de recibir una remuneración justa por su labor trascendente. (1 Timoteo 5:17, 18). También a las iglesias que no suplen las necesidades de sus ministros se aplica el principio de que el que no provee para los suyos… ha negado la fe, y es peor que un incrédulo (1 Timoteo 5:8).
Harán bien los miembros de la junta administrativa de la iglesia local si revisan las necesidades que tiene la familia pastoral y se dedican a elaborar un proyecto para suplirlas en forma digna. Sería excelente que los pastores con sus organizadores de campañas y programas especiales pusieran mayor atención en las necesidades de los evangelistas y ministros que acuden a ministrarlos. Se daría un trato más honorable a los siervos y siervas de Cristo. Amén de que las congregaciones se verían en gran manera bendecidas por las promesas divinas para las almas responsables y generosas.