En la actualidad las iglesias que más saludables se encuentran y desarrollan un crecimiento sostenido son aquellas que saben integrar equipos de trabajo. Congregaciones que forman grupos capacitados para trazar un plan y alcanzar objetivos en bien de la obra del Señor.
El individualismo es muy limitado y egoísta, mientras que los equipos de trabajo se complementan y suman esfuerzos para lograr metas en menor tiempo y con menos esfuerzo. El secreto está en integrar equipos de trabajo con cualidades esenciales para impulsar el crecimiento y avanzar sin retroceso alguno.
Visión Tenemos que asegurarnos de transmitir la visión a cada miembro del equipo con el cual trabajaremos. Hasta donde sea posible integraremos a la gente en el proyecto de forma que sea capaz de ver el ideal que perseguimos y la meta final que alcanzaremos.
La visión es el motivador principal de las acciones del equipo, es el combustible que le permite avanzar hacia la meta. Cada grupo de trabajo debe identificar y comprender los objetivos y mantenerse dentro del plan trazado para lograr hacerlo realidad. Ningún obstáculo puede frenar al conjunto de gente comprometida con un proyecto ambicioso, medible y alcanzable. El poder de la visión hará que cada elemento que participa se motive para esforzarse a dar el más alto rendimiento en el curso de acción trazado. Si no existe un ideal bien definido se perderá tiempo, se gastarán recursos, se dejarán pasar oportunidades y únicamente quedará la frustración.
La visión que Dios pone en el corazón de un líder debe quedar grabada en cada colaborador del equipo, a fin de que el reino de los cielos extienda sus dominios en la tierra donde el Señor nos permite vivir.
La visión del pastor debe ser adoptada por los miembros de la iglesia. Juntos impulsarán el crecimiento y alcanzarán los planes que el bendito Salvador ha puesto para el beneficio de su obra. El ejemplo más claro en el Nuevo Testamento para ilustrar la visión en un equipo de trabajo lo encontramos en el evangelio de Marcos: Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en casa. E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta; y les predicaba la palabra. Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados. Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones: ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Y conociendo luego Jesús en su espíritu que cavilaban de esta manera dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por qué caviláis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa (Marcos 2:1-12).
El pasaje bíblico nos muestra un equipo de personas con la misma visión. Son cuatro camilleros cuyo objetivo era la restauración de la salud de su amigo mediante el poder del Señor Jesucristo. Su propósito específico era alcanzar la sanidad divina para el paralítico. Entre todos cargaron al enfermo, invirtieron tiempo y esfuerzo, sumaron su fe y trabajaron en grupo. Llegaron hasta Capernaum, al sitio preciso donde se encontraba el Hacedor de maravillas. Al llegar encontraron diversos obstáculos para entrevistarse con el Maestro de Galilea. No obstante, renunciaron a la excusa del “no se puede”. No desmayaron en su afán por alcanzar el objetivo.
La visión incentiva a la persistencia. La casa en la cual Cristo predicaba estaba abarrotada. Cuando los cuatro amigos vieron que no había acceso por la puerta, ni forma de introducir al enfermo por una ventana, buscaron otra alternativa. Si la visión es genuina nadie se rendirá ni habrá lugar para el desaliento. Ellos subieron al techo, esto implica que cargaron al enfermo y lo treparon arriba de la casa. Luego rompieron el techo, sin importar qué opinaran las personas. Abrieron un boquete para bajar por éste al paralítico y ponerlo a los pies de Jesucristo. Los que tienen una visión definida permanecen firmes ante los obstáculos y alcanzarán las metas al precio que sea.
El equipo de cuatro trabajó en favor de uno; los sanos laboraron con fe para obtener la sanidad del enfermo. A veces la visión nos obliga a romper ciertas tradiciones que impiden alcanzar el objetivo; nos impulsa a tomar decisiones y quebrar con algunas cosas que sólo estorban y complican todo. Los camilleros llenos de convicción accionaron persiguiendo lo que había en sus corazones. Al ver Jesús la fe de ellos le entregó al paralítico el perdón de sus pecados y, en seguida, lo sanó en presencia de la multitud, entre la cual se hallaban muchos religiosos.
La gente quedó asombrada por el poder incomparable de Cristo. Los hombres de visión alcanzaron su objetivo y fueron gratamente recompensados. Todo el esfuerzo, la inversión de tiempo y los riesgos en el camino valieron la pena. La unidad y la fe resultaron efectivas, pues obtuvieron los beneficios del eterno Salvador. El equipo de cuatro recibió una enorme bendición al ver sano a su amigo por la autoridad de Jesús. A través de ellos Dios nos da un magnífico ejemplo de las ventajas de trabajar en equipo desarrollando una visión. La Palabra de Dios garantiza que en toda labor hay fruto y que la fe alcanza el milagro. La gente de visión se mantiene ante los obstáculos, y finalmente trasciende, impacta y obtiene resultados extraordinarios.
Objetivos comunes
Otra de las claves del buen funcionamiento de un equipo de trabajo es que las metas del grupo tomen prioridad sobre las de los individuos. Cada miembro debe aportar todos sus recursos personales para ayudar al logro del objetivo común. Los fines a alcanzar han de estar grabados en el corazón de cada uno de los que contribuyen para la realización del proyecto.
Es visible cuando alguien se suma para ayudar. Los colaboradores ofrecen nuevas ideas y proponen soluciones a las dificultades o detalles que se presentan. Los miembros del equipo eficiente aprecian las ideas y estrategias que otros aportan; ayudan a desarrollarlas, brindan información; investigan, comparten conocimiento y experiencia. Los nobles buscan ser parte importante en las actividades de todos los integrantes del equipo y animan a otros para seguir trabajando.
En ocasiones existe incompatibilidad entre las metas personales de los individuos que conforman el equipo. Entonces ocurre que algunos integrantes bajan su nivel de rendimiento y reducen su participación. En cambio, si las metas particulares concuerdan con los objetivos del proyecto habrá mayor trabajo y mejores resultados. Nadie debe pensar en “llevar agua para su molino”, sacar ventaja o intentar beneficiarse a costa de lo que sea. Trabajar en equipo es perseguir la misma meta, alcanzar el mismo objetivo, unir voluntades y multiplicar esfuerzos para lograr el plan trazado. Nadie debe “meter un autogol”, todos pateamos hacia la portería contraria a fin de vencer al rival. Los objetivos comunes facilitarán el trabajo en unidad y armonía.
La fuerza se direccionará hacia un punto y las probabilidades de alcanzarlo se incrementarán. Individualmente, cada colaborador, y colectivamente como grupo rendirán al cien por ciento. Todos los que participan en un proyecto deben ser solidarios, dispuestos a pagar el precio y superar las circunstancias adversas para hacer realidad el sueño del equipo. La motivación irá en aumento a medida que se logren coordinar los esfuerzos y se den pasos firmes para ganar terreno. Para trabajar en equipo de manera efectiva se han de tener los objetivos colectivos bien claros. Que no existan dudas o intrigas, que todos los colaboradores sepan en qué dirección deben caminar, cuánto hay que invertir, qué riesgos se corren y en qué tiempo estimado estará concluido el plan.
Los partidos políticos forman alianzas para que un candidato llegue a ser presidente. Los gerentes y empleados se unen para que la empresa obtenga excelentes resultados. El pastor, el cuerpo ejecutivo y los miembros de una congregación se organizan en torno a objetivos comunes para obtener importantes resultados. Algo importantísimo para dar eficacia al trabajo en equipo es que las metas incluyan datos precisos, tal como fechas, horas y cantidades. Los proyectos entre más específicos y detallados sean, nos darán mayores posibilidades de lograr los objetivos propuestos.
Persistencia
La única diferencia entre quienes alcanzan las metas y los que fracasan podría ser el grado de persistencia. Muchas veces se cuenta con capacidad, se tiene presupuesto y hay gente integrada para trabajar, pero falta persistencia. Todo equipo de trabajo que tenga el suficiente coraje para avanzar hacia el objetivo trazado a pesar de los obstáculos, de críticas injustas o de reverses temporales, lograría lo que se proponga.
Nada resulta fácil cuando se tiene un gran proyecto por alcanzar. Se lucha contra diversos obstáculos y peligros, pero la persistencia es un factor determinante para llegar a donde se quiere. La palabra del apóstol Pablo en Filipenses dice: No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:12-14).
Pablo entendió la importancia de olvidarse tanto de los fracasos como de los éxitos del pasado para poder alcanzar la meta. Quienes se quedan atrapados en sus frustraciones anteriores no tendrán el carácter para enfrentar la vida y luchar por sus ideales más elevados. También se estancarán los que se detienen a contemplar los éxitos obtenidos y dejan de avanzar hacia nuevos proyectos. La persistencia nos impulsa a renovar fuerzas.
La perseverancia mantendrá la motivación y no permitirá que disminuyan las ganas de procurar nuevos logros. Los reveses del pasado no deben volvernos fracasados para toda la vida. Los errores nos dejan lecciones y huellas imborrables que nos conducen a reflexionar y cambiar radicalmente. No se puede tropezar con la misma piedra, no se debe fallar otra vez cometiendo la misma falta. Somos capaces de luchar y enderezar el camino. Hay gracia y favor de Dios para comenzar de nuevo, pero con más inteligencia y precaución. Pedro y su equipo de pescar no se quedaron con las redes vacías. No se dejaron invadir por el fracaso y la decepción. A pesar del cansancio y la fatiga escucharon la voz de Cristo y remaron mar adentro; de nueva cuenta echaron la red a la derecha. Como resultado encerraron gran cantidad de peces:
Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.
Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron (Lucas 5:1-11). Pedro pudo interponer su experiencia de pescador y desacatar la orden del Maestro, pero obedeció. Pudo haberle dicho a Jesús: Tú eres carpintero y yo soy el que conozco el oficio de la pesca. Sin embargo, se sometió y volvió a remar mar adentro. La persistencia trae recompensa, da resultados y produce fruto. Vale la pena que cada equipo de trabajo insista en la lucha por sus ideales.
Tenemos que aprender a cumplir la voluntad del Señor, aunque las circunstancias no sean favorables. La persistencia es un factor decisivo para el éxito de los equipos de trabajo en la obra del Señor. Muchas iglesias para este tiempo ya deberían tener más de lo que tienen, pero faltó persistencia. Otras congregaciones ya lograron lo que se habían propuesto porque fueron capaces de perseverar y no desmayaron. Se mantuvieron dentro del plan trazado y fueron firmes en su decisión de alcanzar la visión. Trabajaron para fortalecer su carácter y multiplicaron su generosidad y su esfuerzo para lograr el objetivo propuesto.