La fe de una mujer sirofenicia Marcos 7:24-30
24 Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro.[a] Entró en una casa y no quería que nadie lo supiera, pero no pudo pasar inadvertido. 25 De hecho, muy pronto se enteró de su llegada una mujer que tenía una niña poseída por un espíritu maligno, así que fue y se arrojó a sus pies. 26 Esta mujer era extranjera,[b] sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara al demonio que tenía su hija. 27 —Deja que primero se sacien los hijos —replicó Jesús—, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros. 28 —Sí, Señor —respondió la mujer—, pero hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan los hijos. 29 Jesús le dijo: —Por haberme respondido así, puedes irte tranquila; el demonio ha salido de tu hija.30 Cuando ella llegó a su casa, encontró a la niña acostada en la cama. El demonio ya había salido de ella.
En el pasaje que narra el encuentro de Jesús con la mujer sirofenicia se mencionan dos ciudades que han sido muy importantes en la historia, Tiro y Sidón. Mateo nos dice que aquella dama era cananea, y es el único episodio del ministerio de Jesucristo que ocurre fuera de Israel.
Jesús va a la región de Tiro y de Sidón, que está en la periferia de Israel al sur del Líbano. Esta zona colinda con el norte de Galilea, la patria de Jesús. Para el liderazgo religioso de Jerusalén este era territorio impuro, donde la fe judía estaba contaminada con ideas paganas. Además, en el mundo antiguo, como ocurre hoy en día en algunas culturas islámicas, a la mujer se le prohibía hablar en público. Por lo tanto, la sirofenicia estaba cometiendo un acto impropio para la gente de su época.
Al describir el acto el evangelista no puede olvidar la ascendencia de aquella mujer, ella es una descendiente de los antiguos enemigos de Israel (Marcos 7:26). Por lo tanto, nos dice que era cananea, es decir, fenicia o libanesa. Pertenecía a lo que en aquel momento en el Imperio Romano era la jurisdicción de Siria. Ahora bien, algo que debemos considerar es que el Señor Jesucristo había curado gentiles antes, pero siempre en territorio de Israel.
El evangelio de Mateo nos da un detalle más al respecto de la historia en mención. Entonces una mujer cananea que había salido de aquellas regiones, clamaba diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio (Mateo 15:22 RVA). Su petición es clara: “Ten misericordia de mí”. Al acercarse a Jesús esta dama estaba co- metiendo un acto impropio para la gente de su época, como ya lo dijimos. No pide algo en especial, sino que el Hijo de David tenga misericordia de ella, y de inmediato le explica el problema en pocas palabras. No hace su solicitud exponiendo ningún derecho, o sus propios méritos, sino que apela a la bondad del Mesías. También destacamos el hecho de que lo llama con respeto, “Hijo de David”, que es un título que pocos israelitas le dieron al Nazareno.
También Mateo presenta dos palabras importantes en la expresión de la sirofenicia; su hija está «gravemente atormentada”. Parecería que alguien informó de Jesucristo a esta mujer que estaba desesperada por la enfermedad de su muchacha. Esta es una de las historias más dulces de todas: la madre que está llevando la necesidad de su pequeña con una fe tremenda en aquel que ha creado el amor maternal.
Las crisis fortalecen nuestra fe
El dolor de la sirofenicia era causado por la condición de su hija. Así también, cuando nuestros hijos sufren o pasan aflicción como padres somos afectados, porque queremos que estén bien. Notemos la humildad de esta madre, quien se postró a los pies del Señor Jesucristo. En la Biblia no hay ocasión en que alguien se postrara en sincera humildad y reverencia delante del Mesías y no haya recibido la bendición que buscaba.
El texto que leíamos dice: Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. No se sabe el tiempo que esto llevaba, ni cómo comenzó. Su madre era cananea, por lo que se deduce que era idólatra, o quizás ejercía la hechicería, y la mucha- cha a lo mejor practicaba algunas travesuras juveniles. Hoy día vemos a jóvenes practicar cosas como: tabla ouija, tatuajes, amuletos, música rock, ocultismo en el internet y otras cosas que los cautivan. También a veces se vuelven adictos al alcohol, las drogas y el desenfreno.
No olvidemos que el objetivo de los demonios es atormentar hasta la muerte. Pero Dios siempre oye las oraciones de los padres por sus hijos. Esta mujer amaba a su hija, aunque estuviera endemoniada. Esta crisis familiar la llevó a Jesús, y estando frente a él le dijo: Ten misericordia de mí.
Probablemente la sirofenicia hablaba el idioma con un acento extranjero. Algunos creen que en esta ocasión el Señor Jesucristo habló en griego y no en arameo. No se debe pensar que si Jesús se crió en Galilea por eso no podía entender ni hablar el idioma griego. Notemos la respuesta del Maestro: Deja primero que se sacien los hijos, porque no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos (Marcos 7:27 RVA). “Los hijos” aquí se refiere al pueblo de Israel. Los gentiles se comparan a los perrillos dado que eran tratados con esta palabra por los judíos religiosos. Ahora, el Señor Jesús no trata a los gentiles, los no judíos, como perros, sino que usa la ima- gen de una mesa de la cual está cayendo comida para ilustrar su contestación ante la solicitud de la mujer cananea.
La fe y la perseverancia superan los obstáculos
Esta mujer estaba atribulada, pero al principio Jesús no le respondió palabra (Mateo 15:23). No es fácil entender en momentos como este el silencio de Jesús. Ella clamaba, pues su hija estaba grave. Cuando al igual que la sirofenicia tú pides algo a Dios esperas una respuesta, con más razón si la situación que vives es complicada. Sin embargo, aunque por la crisis ruegas la pronta contestación mu- chas veces Jesús calla. Es difícil interpretar el silencio del Señor, pero él observa pues sabe que si habla no le escucharemos, porque estamos turbadas.
La actitud de los discípulos en Ma- teo 15:23 es como si dijeran: “Señor, esta mujer con sus gritos nos está volviendo locos, y se nos acabó la paciencia”. Parecería que ellos muchas veces querían tomar el camino más corto: Despídela, pues da voces tras nosotros. Sin embargo, los alumnos de Jesús estaban molestos por la insistencia de ella, porque seguía al Maestro creyendo que tenía el poder para hacer un milagro. ¿Verdad que a veces esto pasa en nuestra vida? Es decir, otros se incomodan, pero qué importa que lo hagan si sabemos que la única esperanza de nuestro dolor es Jesucristo.
Sorpresivamente la mujer responde a Jesús con una frase maravillosa: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos (Mateo 15:27). Las migajas eran los trozos de pan sin levadura usados por los comensales para meter la mano en el plato, recoger la comida y llevársela a la boca. Cuando se mojaba se hechaba al piso y se cortaba otro pedazo. También se usaban porciones de pan para limpiarse las manos después de comer. En otras palabras, las migajas sustituían a los cubiertos y las servilletas de hoy.
La cananea no deseaba desbancar al pueblo judío, ni desafiar a Jesús. Ella sólo aspiraba a comer las sobras; sólo anhelaba un poco de la misericordia que los escogidos habían rechazado. Ante esa frase Jesús contesta su petición. Después de alabarla por su fe él la despide afirmando que la joven endemoniada había sido liberada de las fuerzas del mal.
¿Qué hubiera sucedido si la sirofenicia en ese momento se hubiera dado por vencida y vuelto a su casa? Fácil le hubiera sido decir: “Me han dicho cosas tan hermosas de la persona de Jesús de Nazaret, como que es tan bondadoso y compasivo y ¡A mí ni me quiere hablar!”. También podría haber dicho: “Nunca he sido tratada con tanta dureza en mi vida”. Pero ella, como aquella otra mujer que tocó el manto del Señor Jesucristo, tenía la perseverancia y la fe de que si persistía iba a tener la bendición.
¡Cuánto nos enseña esta mujer a todos acerca de la importancia de perseverar en la oración, aun cuando parezca que la respuesta es negativa! Me imagino a cual- quiera de nosotras en una situación similar volviendo a nuestra casa. ¿Qué es lo que vamos a encontrar allí? Probablemente estaríamos en la gran duda de saber si la palabra del Señor se ha cumplido o no. Pero esta dama llega a su hogar y encuentra que su hija está acostada en la cama (Marcos 7:30).
No hemos dicho nada sobre el estado de esta muchacha. Sabemos que era afligida por un demonio, y Mateo nos dice que estaba gravemente atormentada. Esto sugiere que los síntomas que ella tenía debido a su condición de posesión demoníaca tendrían que ver con agitación e inquietud. Al verla en la cama reposando tranquilamente, su madre sabía que el milagro había sido hecho. Creo que esta es una mejor explicación que decir que estaba inconsciente tras el ataque del demonio.
La fe nos acerca a Dios en los tiempos de la prue- ba. La mujer sirofenicia antes “clamaba”, pero ahora “se postra y clama” y Jesús comienza a hablarle, cuando al principio no le respondía palabra.
La fe en Dios hará milagros
Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos (Mateo 15:27). Mujer, no renuncies a tu fe, ni a la oración, porque Dios te responderá con un portento. La sirofenicia pudo haberse ofendido, pensando: “No me responde, y ahora me dice perrilla”. Pero ella continúa insistiendo por la vida de su hija; aquella dama lucha por su milagro.
Lo más fácil es renunciar cuando las cosas no salen como queremos. Pero la sirofenicia insistió, los obstáculos no la hicieron desfallecer. Así también nosotras mantengamos la confianza en el Señor hasta el último instante (Mateo 15:28). Jesús exaltó la fe de esta mujer. La fe inamovible consiste en confiar y amar a Dios, y perseverar en él aun en los momentos más difíciles e inciertos.
A través de la fe inamovible veremos milagros en nuestros hijos. ¿Qué es lo que tú quieres para los tuyos? El texto dice que la hija de la mujer cananea fue sanada desde aquella hora (Mateo 15:28).
Podemos preguntar también: ¿Por qué Jesucristo no le dio desde el principio lo que ella solicitaba? Y la respuesta es sin duda: para probar su fe; y no solamente eso, sino para que nosotras también, dos mil años después, podamos aprender una lección incomparable de esta mujer.
Ella no se ofende por el ejemplo que de alguna manera asocia a los gentiles con los perros, sino que dice: Sí, Señor; también los perritos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos (Marcos 7:28 RVA). Esta mujer ha aprendido uno de los principios quizás más difíciles de entender: que nosotros no merecemos nada. Dios no vio en nosotros un potencial de belleza, de inteligencia o de santidad.
Es importante notar que los demonios obedecen el mandato del Señor Jesucristo no solamente cuando él está delante, sino también cuando está lejos. Creo que esto es interesante. Al llegar a la casa, ella se dio cuenta de que el milagro se había producido. No es que el adversario le dejó un aviso en un cartel grande de que se había ido. Es que esa casa que antes dominaba ahora tenía un aspecto totalmente distinto.
Hemos visto con nuestros ojos esos hogares que llamamos a veces, con un poco de ironía, que es una casa “convertida”. Es decir, cuando el Señor Jesucristo entra en la vida de una persona como su Salvador, el hogar se empieza a transformar. Nos imaginamos, aunque el tex- to bíblico no lo menciona, el reencuentro de esta madre de fe persistente que ahora puede contarle a su hija los detalles de su entrevista con Jesús de Nazaret.
Entendamos que nuestros hijos son simiente de Dios; aunque el enemigo intente dañarles, el auxilio divino llegará. Levantémonos en oración por nuestra familia y creamos en la obra poderosa del Señor.