Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, Y NO DE nosotros (2 Corintios 4:7).
He aquí una lección sobre una mujer que también fue usada por Dios para cambiar su mundo, pues él no mira el sexo o las virtudes o defectos de la persona; él busca un corazón dispuesto a servirle, y donde lo encuentra ahí se glorifica.
Gladys Alward, nació en Edmonton, Inglaterra, en el año de 1902. Su padre era cartero, yella, como era la costumbre de la época, se dedicó a ser empleada doméstica. Cuando era niña había entregado su vida a Cristo, pero la adolescencia llegó y Gladys no quiso saber más de asuntos religiosos
I. SU INQUIETUD POR CHINA
Gladys, por alguna razón que nunca pudo explicar, años más tarde fue movida a asistir a un culto donde entregó su corazón a Dios, e inmediatamente se hizo parte de la campaña ProVida Juvenil, en cuya revista leyó un artículo acerca de la necesidad en China. Desde ese momento su corazón se vio urgido a responder al clamor de millones de chinos. No obstante, como muchas veces nos pasa, Gladys pensaba que Dios supliría la necesidad de predicar al mundo a través de otros.
De ese modo empezó a animar a su hermano para que fuera a China. Su hermano se negó y le dijo:si tanta preocupación te causa, ¿ Porqué no vas tú? Aquellas palabras se clavaron en su corazón entonces decidió ir a China. Pronto averiguó que necesitaba estar apoyada por una agencia. Al encontrar una, intentó prepararse, pero sólo pudo asistir por tres meses a estudiar. Tristemente para ella, no fue aceptada debido a su bajo rendimiento. Le dijeron que jamás podría ser misionera a China.
II. PLANES PARA IR A CHINA
Más de uno pensaría en desanimarse y abandonar la empresa, pero Dios espera que confiemos en él y perseveremos. Así lo hizo Gladys. Mientras trabajaba para unos misioneros retirados en la ciudad de Bristol, se dedicó a servir a Dios, rescatando muchachas de las calles para llevarlas a albergues, aunque esto no quitaba de su cabeza a la gente de China. Tal era su seguridad de que esa era la voluntad de Dios, que decidió: ninguna sociedad misionera me apoya, de todos modos iré a China. Sintiendo que Dios le afirmó su decisión al leer la historia de Abraham que dejó su tierra y parentela por seguir a Dios, Gladys dejó su trabajo y se marchó a Londres, donde consiguió un empleo como sirvienta para poder reunir el dinero para su pasaje a China. ¿Harías algo parecido? Ella siguió trabajando y orando. Supo que el pasaje más barato para China, por la travesía que cruzaba entre las líneas de batallas de la guerra ruso-china, era de 47.10 libras. Calculó que ahorrando lo más que pudiera, lograría reunir la cantidad en un período de tres años, pero Dios la ayudó para que en sólo diez meses juntara esa cifra.
Ahora había que saber a dónde iría. Dios también se encargó de eso. Conoció a una persona que era amiga de Jeannie Lawson, una misionera en China que estaba orando para que Dios enviara a alguien joven a continuar la obra que había iniciado, pues ya era una anciana de 73 años. Gladys se puso en contacto con ella y la respuesta fue: la encontraré en Tientsin, si usted sabe cómo llegar. Así, el 15 d eoctubre de 1932, Gladys Alward salió a China con tan solo una comida, un cobertor viejo, algo de ropa, una cacerola, una pequeña estufita de alcohol y dos cheques de viajero de una libra cada uno.
III. SU LLEGADA A CHINA
Después de un peligrosísimo viaje donde estuvo a punto de ser secuestrada, pudo llegar al poblado de Tientsin. Ahí la esperaba un ayudante de la misionera, el señor Lu. Para viajar al pequeño poblado de Yangcheng donde vivía la misionera, tuvieron que tomar el tren entre una verdadera multitud de personas. Del tren siguió un viaje en mula, se hospedaron en diferentes posadas que le causaron una desagradable impresión por la suciedad y el hacinamiento. El viaje en mula fue tan cansado, que cuando acabó, Gladys casi se desploma frente a la casa de la misionera Lawson.
¿Cuál crees que fue el primer trabajo misionero que la hermana Lawson le encomendó a Gladys? Pues ayudar a convertir la vieja casona que había rentado en una posada como las que había conocido durante el viaje en mula. Así que pronto se vio jalando mulas de camino hacia la casa, raspándoles los terrones de lodo y atendiendo a los muleros. No parecía un trabajo para una misionera, pero Gladys lo hizo con mucho amor y pronto vio los resultados. Al terminar el día, y antes de que los muleros se durmieran, la misionera Lawson les leía historias de la Biblia que resultaron agradables a los viajantes. De esa manera no sólo era la posada más limpia, cómoda y con mejores alimentos, sino que también era una oportunidad de escuchar historias, y para las misioneras, era un medio de ayudarse y de predicar el evangelio.
IV. SU MINISTERIO EN CHINA
Un año después la hermana Lawson murió y Gladys se quedó sola. Dios fue bueno al permitirle a Gladys tener una preparación junto a aquella veterana misionera. Había aprendido a trabajar, conocía el terreno, increíblemente para quienes la conocieron en Inglaterra, aprendió el idioma a la perfección y supo cómo dar el evangelio a los chinos: leyendo historias de la Biblia, cantando, repartiendo folletos y asistiendo a los enfermos. Pese a ello, surgió un inconveniente: los recursos que venían del exterior dejaron de llegar con la muerte de la misionera. Gladys estaba sola, con una posada qué mantener, un viejo cocinero a quién pagar y con la soledad que la agobiaba. ¿Qué haría Dios para ayudarla?
Había la costumbre entre los chinos de vendar los pies de las niñas pequeñas con el propósito de impedir su crecimiento, ya que ellos creían que el pie pequeño en las mujeres era sinónimo de belleza. Dios usó el tamaño normal de los pies de Gladys para bendecirla y sostenerla. Un día oyó un gran barullo afuera de su casa. Al salir descubrió que el mandarín de la región (así se denomina a los gobernadores de China) estaba entrando a su hogar.
La razón de su visita era pedirle a Gladys que aceptara ser empleada del gobierno como inspectora de pies, pues se había decidido erradicar esta costumbre que era verdaderamente tormentosa para las niñas, y quién mejor que Gladys para hacerlo, pues sus pies eran grandes y podría motivar al resto del pueblo. Inmediatamente supo que esa era la respuesta de Dios a su necesidad y aceptó gustosa. Pronto vio que, además de recibir un sueldo y tener el respeto de toda la región, esto sirvió para que libremente pudiera predicar el evangelio. ¡El gobierno chino le pagó para ayudar a las niñas y predicar el evangelio!
V. SU TRABAJO SOCIAL CON LOS NIÑOS
Para su soledad Dios puso otro remedio. Uno de los actos más inhumanos en China era la venta de niños. Cierto día encontró a una mujer que vendía a una niña enferma por nueve peniques ingleses (diez centavos de dólar). Gladys la llevó a su casa y en pocos días la niña, a quien llamó Nueve Peniques, se mejoró. Cuando pudo salir de la casa trajo a un niño y después a otro, hasta que fueron 20 en la posada. Pronto la soledad dejó de perseguirla. Aquella casa fue un ir y venir de pequeños que crecieron con el amor de Gladys. Con el tiempo llegarían a ser más de 100 los niños que vivieron con ella.
Pero una crisis se cernía sobre sus cabezas. Aunque la guerra ruso-china ya había terminado, una nueva guerra llegó, la chino-japonesa. La devastación trajo miseria y dolor; sin embargo, Gladys permaneció a lado de su pueblo para servirle con todas sus fuerzas. En medio de tanta lucha, Gladys Alward vio la protección de Dios y su cuidado para ella y los pequeños que seguía atendiendo.
Forzada a dejar su hogar, vivió una terrible angustia cuando tuvo que guiar a sus niños a la ciudad de Sian, fuera de la zona de peligro, para que pudieran salvarse de la muerte. Enferma y sin conocer a nadie, fue hospitalizada y pasó dos años en recuperación. Luego de esta etapa, pudo ver crecer a sus niños y convertirse en cristianos fieles a Dios. Algunos de ellos estudiaron la universidad y otros se entregaron al servicio del Señor con la misma fe que vieron en aquella gran mujer.
VI SIEMPRE HAY ALGO QUE HACER A PESAR DE LA OPOSICIÓN
En Sian se unió a un equipo de misioneros y levantó una iglesia a la que Dios envió un avivamiento que impactó la ciudad y los alrededores. Trabajó con grandes resultados en la cárcel, en un leprosario y en la evangelización de la juventud. Cuando todo iba bien, los ataques llegaron a la iglesia china. Después de la guerra con los japoneses, los bandos chinos se dividieron. La guerra civil llegó, y al ganarla el comunismo, pronto atacó a los cristianos.
Esta vez Gladys poco pudo hacer para defender a la iglesia. En una ocasión tuvo que ver cómo los jóvenes eran asesinados en la plaza de la ciudad por el único crimen de ser cristianos. Enferma y en peligro, regresó a Inglaterra desde donde sirvió a los chinos residentes y envió ayuda a los que estaban en China. Haría después un viaje a Hong Kong, donde vio a varios hermanos que lograron escapar de la persecución. Por último, Dios la llevó a los Estados Unidos desde donde siguió apoyando a la iglesia china, hasta su muerte en 1970.
CONCLUSION
Muchas personas creyeron que Gladys estaba tan limitada que no podría ser misionera, pero ella logró ir a otro continente, aprender otro idioma y fundar iglesias y ministerios en China, en medio de grandes dificultades. Su nombre no ha sido olvidado por la iglesia en China y es recordada como la pequeña gran mujer.
Ella transformó su mundo como tú puedes transformar el tuyo, si te entregas a Dios como ella lo hizo. Que la vida de Gladys sirva de ejemplo y desafío a tu vida.