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PROFETAS Y MAESTROS FALSOS por el Pbro. Matias Saucedo Alvarado

L a presencia de profetas y maestros falsos es un flagelo de todos los tiempos. Su aparición en las distintas generaciones de la historia, ha dejado daños con sus terribles secuelas. Los grupos sectarios y místicos son el resultado de la aparición de estos personajes que mucho han contribuido en alejar del camino recto al pueblo de Dios. La popularidad de los profetas y maestros falsos se debe a la falta de convicciones, la carencia de lealtad e integridad y la violación de los mandatos divinos, que los lleva a cometer toda clase de pecados y ya apartados de Dios no saben distinguir entre una profecía sana y verdadera, y una enseñanza que lleva como fin tergiversar la verdad divina.

El ADN del maligno fluye por las venas de estos ministros de Satanás, quienes provocan confusión, alejan de la sana doctrina y finalmente llevan a la apostasía a aquellos que se dejaron arrastrar por sus espurias profecías y sus enseñanzas fraudulentas.

La manera de distinguir a estos obradores de maldad es analizando el carácter que los distingue:

Se autonombran

Por eso son falsos, porque nadie los ha llamado, a diferencia de los profetas verdaderos que eran hombres de una grandeza especial, escogidos, seleccionados de entre los demás, tal como lo expresa León J. Wood en su libro Los profetas de Israel. De los falsos profetas Jehová le dice a Jeremías: no los envié, ni les mandé… (14:14). Es interesante hacer notar, que el tiempo en el que más se levantan esta clase de “ministerios” es cuando el pueblo de Dios esta apartado de sus leyes y preceptos, cuando vive una vida de pecado, crisis y decadencia moral, y letargo espiritual. Esta situación es aprovechada por estos oportunistas, quienes hacen su aparición en medio del caos, para proclamarse como enviados del Señor. Así como en la época veterotestamentaria, en el tiempo de la iglesia primitiva se levantaron maestros fraudulentos que dañaban la salud espiritual de la iglesia con doctrinas que producían confusión y apartaban el oído de la verdad. El apóstol Pedro advierte sobre la aparición de éstos: Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina. Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme (2 Pedro 2:1-3).

La tarea de la iglesia es identificarlos para evitar que el cuerpo de Cristo se deje llevar por sus supuestas enseñanzas. Sólo quien vive una vida de comunión con Dios, puede discernir a quienes se cubren bajo el disfraz de enviado. Jeremías desenmascara mediante el poder del Espíritu al falso profeta Hananías: Jehová no te envió… fueron las palabras del siervo (28:15). Para descubrir a un profeta falso se requiere tomar tiempo para estar en intimidad con Dios mediante la oración, la lectura de la Palabra y una disciplina de ayuno.

Estados Unidos, para poder descubrir los billetes falsos, invierte miles de dólares capacitando hombres para que sepan distinguir entre una cantidad de papel moneda aquellos que son falsos. De la misma manera, en el campo eclesiástico debemos invertir tiempo postrados y humillados ante Dios, para recibir de él el don de discernimiento, para descubrir a aquellos que se autonombran profetas, sin haber recibido del Señor el llamado a este ministerio.

Halagan los oídos de la gente

En 1 de Reyes 22:1-30, se narra la batalla que libraría Acab y Josafat contra los sirios. La vida espiritual del rey estaba muy apartada de Jehová, de manera que consultó a 400 profetas falsos que le dijeran lo que deseaba escuchar. Ellos alentaban al rey de Israel diciéndole que subiera a la guerra, que el Señor entregaría al enemigo en sus manos. Muy común es esta actitud de los que dicen ser profetas; alientan a las personas a tomar acciones que están destinadas al fracaso. Josafat no se deja engañar ni seducir por las palabras de los 400, pues sabía que eran falsos. Este rey descubre que lo que Acab buscaba, no era la voluntad de Dios, sino los poderes mágicos que estos voceros apócrifos decían tener. El rey del norte quería que le profetizaran victoria y sus aduladores hablaban lo que él buscaba escuchar. Es común encontrar en la iglesia del siglo XXI esta clase de hombres y mujeres que pretendiendo un reconocimiento para sí mismos, dan cualquier palabra a los incautos creyentes que como Acab, esperan mensajes halagadores, aun y cuando su vida esté manchada de pecado y vivan apartados de Dios.

Aparentan hablar en nombre de Dios

Los profetas falsos tomaban muy a la ligera la expresión así ha dicho Jehová. En casi todo el Antiguo Testamento aparece esta expresión. Esta frase era un sello distintivo de los profetas, la señal de que lo que anunciaban no provenía de un hombre urgido de admiración que trataba de impresionar; eran más bien palabras procedentes de Jehová de los ejércitos. Los profetas falsos solían esta misma fórmula. Para ellos eran expresiones de novedad, de moda, pero olvidaban que estas palabras pronunciadas por un verdadero profeta conmovían las mismas entrañas de los oyentes, más cuando venían acompañadas de una advertencia, amonestación o un llamado al arrepentimiento.

Nunca tal afirmación ha de usarse a la ligera. Hoy en día es común que los profetas contemporáneos hablen de este modo para impresionar o someter a sus caprichos a los que asisten a escucharlos. Esta clase de personas, por ejemplo, a quienes recién empiezan su preparación en el ministerio, les dan “palabra” diciéndoles que Dios los va a usar poderosamente, que va a levantar su ministerio de forma tan tremenda o que viajarán a lugares que nunca imaginaron. Los incautos creen esas predicciones y se quedan esperando sin ver jamás su cumplimiento.

Si estos falsos están frente a un grupo de pastores, les profetizan toda clase de bien o de éxito, anteponiendo claro, el así dice el Señor. Hace años un evangelista visitó una iglesia, y después de darle palabra de “profecía” a una feligresa, le hizo saber que derramaría muchas lágrimas. La hermana muy atemorizada, al terminar el servicio fue con su pastor para hacerle saber lo ocurrido. El pastor la envió de regreso al que le había profetizado para que le dijera por qué, cuándo y dónde se cumpliría el mensaje, pero no obtuvo respuesta. Pasaron los años y nunca llegaron “las lágrimas”, pero esa clase de palabras a los creyentes sin experiencia les hacen pasar muy malos momentos. Dios dice: Cuando el profeta hablare en nombre de Jehová, y no fuere la tal cosa, ni viniere, es palabra que Jehová no ha hablado: con soberbia la habló aquel profeta: no tengas temor de él (Deuteronomio 18:22).

Se toman el papel de animadores

Muy a menudo los profetas, tanto de Israel como de Judá, se clasificaban en dos grupos: los que deseaban complacer al rey, y los varones valientes que estaban dispuestos a morir por la verdad que con firmeza expresaban pues la habían recibido de Dios.

No animaban a tomar caminos que sabían que iban a llevar al fracaso o a la muerte, como fue el caso de Acab. Los 400 profetas animaron a Acab a ir en contra de los sirios. Uno de estos voceros, Sedequías, para causar mayor impresión al rey, mandó hacer unos cuernos de hierro y decía: Así ha dicho Jehová: Con éstos acornearás a los sirios hasta acabarlos (1 Reyes 22:11). Pero quien ha tenido una experiencia con un verdadero varón de Dios no se deja impresionar por los espurios. Tal fue el caso de Josafat, quien no creyó a los cuatrocientos ni a Sedequías con sus cuernos de metal. El rey del sur sigue en la búsqueda del hombre de Dios que traerá una verdadera palabra de parte de Jehová. Los siervos de Jehová no están para satisfacer caprichos a ninguna persona, sin importar su rango, ni posición social. Los verdaderos profetas como Micaías han de decir: Vive Jehová, que lo que Jehová me hablare, eso diré (1 Reyes 22:14). No asumamos puestos a los que Dios no nos ha llamado, aquí cabe perfectamente el refrán popular que dice: ¡Zapatero a tus zapatos! Cumplamos nuestro ministerio, pero hagámoslo con la mayor integridad posible, no sucumbamos ante ninguna presión de ningún tipo. No demos palabra que no sea la que el Espíritu Santo nos haga expresar.

Se enojan cuando son confrontados con la verdad

La reacción de todo profeta falso cuando es confrontado con la verdad es muy similar a la de Sedequías. La molestia es mayúscula porque echa por tierra sus supuestos mensajes originados en Dios. Ante la molestia e inconformidad de los voceros fraudulentos, Micaías se mantiene firme. Él declara todo lo que Jehová le había dicho mediante una visión, les revela que un espíritu de mentira había anidado en el corazón de los cuatrocientos, con el fin de convencer a Acab de ir en contra de Siria para que muriera en batalla. El ADN demoniaco fluye por las venas de estos aduladores. No ha habido tiempo en la historia del pueblo de Dios que no se haya vivido sin estos personajes que tanto daño han provocado al pueblo de Israel. Así sucede también en la iglesia del Señor: Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos (Hechos 20:29).

¿Cómo diferenciaríamos a un maestro falso de uno que está errado? El maestro falso no está dispuesto a corregirse cuando se le intenta enseñar conforme a la Palabra. Pero un maestro verdadero aunque errado, acepta con humildad la corrección.

Un ejemplo de un maestro errado era el mismo Apolos, quien aceptó la instrucción con humildad de corazón. El libro de Hechos nos deja ver la actitud de este hombre: Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan.

Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que por la gracia habían creído (18:24-27).

Nadie está exento de sufrir por causa de los profetas y maestros falsos. No hemos de temer a quienes proclaman el engaño, pero cuidémonos y mantengámonos leales a la sana doctrina. La Biblia nos advierte: Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Corintios 10:12). Sólo la oración ferviente y la lectura concienzuda de la Palabra nos librarán de caer en las garras de los enemigos de la fe. Seamos avisados, pongamos atención, estemos alertas y velemos, pueblo del Señor

fuente: aviva 19, edición Abril 2016

 

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