¿Cómo debe ser el mensaje y la predicación contemporánea? ¿Es posible conciliar la técnica, la teología y la palabra eterna para obtener buenos resultados? Es evidente que cada predicador desarrolla su propio estilo y formato de predicación de acuerdo a un bagaje homilético que va acumulando con la experiencia así como el desarrollo paulatino de sus capacidades y talentos. El que esto escribe, reconoce que su predicación está cimentada en los conocimientos primarios del libro “La Escalera de la Predicación”, luego vino “El Sermón Eficaz”, la siguiente parada obligada fue “Comunicación por medio de la Predicación”, y entonces después de 40 años de ministerio se acumuló una serie interminable de libros y comentarios acerca de la predicación, y que si no mal recuerdo el último que nutrió mi acervo fue el libro “La predicación: Puente entre dos Mundos”. Obvio los autores por espacio y espero no cause escozor intelectual.
Algunos factores están influyendo decisivamente en el rumbo que está tomando la predicación contemporánea; por ejemplo la mediatización, la globalización y la postmodernidad. No es extraño encender el televisor y ver en la programación algunos canales cristianos que transmiten predicación tras predicación. Algunos precisan el corte conservador, otras más atrevidas tratan temas de moda, hasta las predicaciones terapéuticas que buscan infundir ánimo y atenuar el dolor humano por medio de presentaciones lúdicas y estereotipadas. De manera entonces que la mayoría de la predicación actual, aún aquella que se predica en los púlpitos conservadores, tiene influencia de las grandes propuestas de homilética funcional. ¿Por qué funcional? Funcional es la palabra que mejor describe el fenó- meno actual por el que atraviesa la predicación, se refiere a las características y particularidades que concierne este modelo, y que en su esencia es posible descubrir y que está determinada por factores sociales, intelectuales y teológicos de moda.
No es extraño ver como la predicación actual tiene una enorme influencia de los grandes temas de la vida como centrales o coyunturales. Es decir, la Biblia es presentada eminentemente como la solución a los problemas de la vida, las crisis existenciales y el hombre como epicentro. A simple vista esto no ofrece problema alguno, es verdad que la Biblia presenta las grandes soluciones a la existencia humana, pero a decir verdad, el mensaje bíblico va mucho más allá que ofrecer respuestas a las crisis del hombre; la Escritura es la revelación plena de Dios al hombre, que incluye muchos temas fundamentales, y que no atañen necesariamente al bienestar de los seres humanos, pero que sí deben ser predicados a plenitud. Por ejemplo: la creación, la familia, la fe o la eternidad entre otros.
Este aspecto de la predicación funcional es interesante y no debe ser descuidado, pero tampoco debe sobrevaluarse. La predicación pentecostal por otro lado es la propuesta de redención divina que si el hombre acepta, conlleva paz, gozo, tranquilidad y prosperidad divina, basadas no sólo en el hecho del bienestar, sino del compromiso y la obediencia del hombre hacia su redentor. Sigamos predicando las buenas nuevas, las noticias que descienden del cielo donde Dios promete aliviar el dolido corazón pero con un propósito y un formato: redimidos y restaurados para servir.
Otro aspecto que sobresale de la homilética funcional, es su excesivo énfasis ecológico y restauracionista. Los cristianos somos gente comprometida con el cuidado de la creación y sus derivados. Debemos estar conscientes del uso correcto de los recursos naturales, incluso promoverlos. Unido a esto, la predicación funcional trae a la palestra temas de ecología humanista sobrevalorados; ven la creación cada día mejor y en óptimas condiciones como resultado de nuevas formas de gobernar basado en principios bíblicos. Suena interesante la propuesta, pero la Biblia dice otra cosa. El tenor bíblico sustenta que la creación está enferma, está en decadencia y por lo tanto necesita una transformación que sólo Dios puede realizar.
El aspecto de orden restauracionista se evidencia en el uso excesivo de los títulos que se ostentan, para el caso los referidos por la Nueva Reforma Apostólica. Los predicadores restauracionistas usan, proponen y discuten estos temas en sus prédicas defendiendo con argumentos bíblicos su postura y sus creencias. No es extraño ver la “autoridad” que pretenden tener al predicar en las grandes congregaciones o congresos, utilizando argumentos bíblicos que en un acucioso análisis y profundo estudio, no pasan la prueba de la solidez bíblica. El nuevo formato de la predicación funcional que viene avalada por los nuevos apóstoles es una predicación llena de autoridad humana que busca gobernar, incluso las naciones. Cuando las vemos detenidamente, descubrimos que poco o nada tiene que ver con el modelo y contenido de la predicación pentecostal que presenta las grandes verdades bíblicas sin alteración ni mezclas humanas. La predicación pentecostal no tiene como propósito la defensa de modelos de autoridad, ni la discusión estéril de posiciones o jerarquías, sino del ministerio del Espíritu que obra en tanto la palabra es predicada con pureza, esperando que ésta haga efecto para producir vida eterna.
Un aspecto más que tiene la predicación funcional es que está sobresaturada de misticismo. Parece que la autoridad de una predicación en el orden de esta línea de pensamiento, emana no de una vida devocional seria y profunda, sino de un encuentro o aproximación mística del exponente. En el afán de darle mayor autoridad al mensaje que se presenta, se usa y se abusa de expresiones de orden místico para reclamar obediencia y sujeción como fin último. Al más puro estilo de los profetas del Antiguo Testamento, evocan frases como “Así dice…” , “Con la autoridad que me confiere…” o “ El Señor me dijo…” con el propósito de capturar la atención y obediencia ciega de los creyentes. Quienes así actúan y piensan nos proponen como absolutos los siguientes parámetros: sólo el predicador oye la voz divina, sólo el predicador discierne la voluntad divina, sólo el predicador tiene acceso a la verdad divina.
La predicación pentecostal no necesita usar estas expresiones sobradas de espiritualidad o misticismo, menos planteamientos radicales que denigran o hacen ver al oyente como frágil creatura que depende de la bondad del predicador para recibir el bien divino. Es interesante notar cómo presenta Pablo sus argumentos cuando diserta sobre una verdad divina, o el mismo Señor Jesucristo que hacía de sus prédicas ricas conversaciones con sus interlocutores, permitiéndoles exponer sus argumentos o razonamientos. Jesús no era cerrado ni crítico, sus palabras llenas de consuelo animaban a los oyentes confiar en un Dios que tiene los brazos abiertos, que recibe al penitente y lo llena de paz y consuelo.
La predicación funcional tiene muchas espinas y hay que tener cuidado con ellas. No nos vayamos con la corriente ni aceptemos sin discusión los nuevos planteamientos de la predicación moderna. Es cierto, funciona, pero eso no significa que sea la mejor. No estamos en contra de la superación y de la contextualización del mensaje y sus oficios homiléticos, eso es otra cuestión. Nuestra propuesta es el revalorar la predicación sencilla pero eficaz, acuciosa y bien documentada. No compartimos la idea de los argumentos forjados al vapor y los mensajes acartonados, incluso sofisticados. Nada de eso, los predicadores pentecostales han de ser hombres estudiosos e investigadores serios. El asunto es filtrar toda humana sabiduría del mensaje bíblico.
Volvamos a la prédica sencilla y bíblica, a la prédica que nutre y persuade. Convencido estoy que lejos de lograr mejores metas con una predicación funcional, si dependemos más del Señor y nos preparamos lo mejor que podamos, tendremos éxito y óptimos resultados, y lo mejor; gozaremos de la satisfacción de saber que las sendas antiguas de la predicación de la Biblia y el mensajero con unción, siguen salvando las almas y dando gloria al eterno Dios.