Pentecostalismo es una derivación de la palabra pentecostés. Esta era la segunda de las tres fiestas anuales a las que todo varón israelita debía asistir. Debido al descenso del Espíritu Santo esta fiesta tomó un significado universal; de ser una fiesta religiosa judía, pasó a ser una fiesta mundial de las iglesias pentecostales.
En relación al enunciado pentecostalismo asambleísta, esto es lo que hizo de los ministros pioneros hombres de fuego y unción. El crecimiento de las Asambleas de Dios se debe a la apertura que se le da al mover del Espíritu Santo. Las estrategias y métodos de iglecrecimiento cumplen una función especial, pero el crecimiento lo da el Señor y esto es a través de la obra del Espíritu Santo.
Acerca del crecimiento de cientos de nuestras congregaciones, no sabemos cómo se dio, no tenemos una explicación objetiva. Echando una mirada retrospectiva, muchas de nuestras iglesias que ahora son grandes y prósperas congregaciones, empezaron en la casa de algún creyente, en la sala o en la cochera; pasados los meses y los años se constituyeron en iglesias soberanas y ahora muchas de ellas son iglesias fuertes en lo cuantitativo y cualitativo. Tomando en cuenta que eran iglesias nacientes, me pregunto, ¿cuál método?, ¿cuál estrategia? Simplemente el crecimiento se dio por el mover del Espíritu Santo. Si cada ministro, cada congregación y cada creyente permanecemos llenos del Espíritu Santo, este crecimiento no se va a parar.
Creo que ésta es la razón por la que hemos crecido más que algunas denominaciones hermanas. La realidad es que más que estrategias y métodos, que son buenos, es por el mover del Espíritu Santo que hemos alcanzado esta dimensión. Ahora bien, hay un momento emergente que estamos viviendo, que nos preocupa y nos desafía. Estamos por celebrar el centenario de nuestra insigne denominación de las Asambleas de Dios. En el transcurso de estos cien años han sucedido grandes y extraordinarios cambios.
Hoy tenemos ministros más capacitados, nuestras congregaciones se han llenado de creyentes profesionistas. Pero también tenemos un descenso en las manifestaciones y el mover del Espíritu Santo. De los nuevos convertidos cada vez tenemos menos creyentes bautizados con el Espíritu Santo. Retomo los eventos del ayer, ¿qué de aquellos cultos gloriosos que sabíamos cuándo empezaban, pero no a qué hora terminarían? ¿Cuándo fue la última vez que en alguno de nuestros servicios recibimos un mensaje de profecía? Recuerdo con claridad esos cultos en los que se derramaba el Espíritu Santo y la mayoría hablaba en otras lenguas, aquello era como el estruendo de muchas aguas.
De pronto, de forma milagrosa la congregación callaba y sólo quedaban dos o tres creyentes hablando en lenguas, por cierto lo hacían en orden, como si lo platicaran entre ellos, como si el uno le dijera al otro, yo callo y tú sigues. Pero usted y yo sabemos que esto no era así. En realidad era el Espíritu Santo quien tomaba control de ellos. El resultado ya sabemos cuál era, venía la interpretación de lenguas. Muchos somos testigos de que esto también sucedía en las celebraciones de las convenciones distritales y en la celebración de la Asamblea Conciliar. Lenguas e interpretación de lenguas. Espero no ser pesimista con esto, pero la realidad es que ya hace un buen tiempo que no lo vivimos. ¿Por qué ya no sucede esto? Necesitamos evaluar, tomar decisiones, retomar las sendas antiguas del mover del Espíritu.
El Espíritu Santo es nuestro, nosotros somos de él. ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Retomar el tema, predicar incansablemente en nuestros púlpitos sobre el Espíritu Santo; motivar a la congregación a buscar de él, a ser más sensibles a su dirección. Tenemos la neumatología ortodoxa, pongámosla en práctica. Seamos sensibles para que la llenura del bautismo del Espíritu Santo se haga una realidad en aquellos que aún no la han experimentado, y para que cada uno de los recién convertidos sea bautizado con el poder de lo alto. Con la capacidad cognoscitiva que hoy tenemos en la barra ministerial y el gran número de profesionistas que hay en nuestras congregaciones, si equilibramos la preparación teológica y académica con la llenura y unción del Espíritu Santo estoy seguro que impactaríamos a nuestro país.
Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado (Juan 16:8-11). El Espíritu Santo es un regalo para todos los creyentes de todos los tiempos, por supuesto que se necesita creer, estar dispuesto y ser sensible. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré (Juan 16:7). Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís (Hechos 2:33). Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare (Hechos 2:39).