Si el mundo secular ha puesto mayor atención para redefinir y fortalecer los valores, nosotros la iglesia de Jesucristo con mayor razón y fuerza debemos hacer notar nuestros valores institucionales, a fin de reforzar la estructura que sostiene nuestro sistema de gobierno eclesiástico.
[avatar user=”abelflores” size=”thumbnail” align=”right” /]Al redefinir nuestros valores como ministros de culto público debemos establecer la lealtad como valor primordial en relación a la institución en la cual servimos. La organización a la que pertenecemos y en la que ejercemos el ministerio debe recibir nuestra fidelidad financiera.
No debemos defraudar económicamente a las Asambleas de Dios. El recurso que aportamos de manera sistemática y honesta permite el desarrollo del trabajo en la obra del Señor. La infidelidad detiene y frena la realización de programas que pueden ser de gran utilidad en el Reino de Dios. No olvidemos que la salud espiritual se refleja en el cumplimiento de las responsabilidades financieras y da paso al crecimiento sostenido en la viña del Señor.
Por ninguna razón debemos incumplir con el compromiso que Dios mismo establece en su Palabra en materia financiera: Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde (Malaquías 3:10).
Es admirable hacer notar la buena voluntad de Dios para bendecir los diezmos. Él prometió abrir las ventanas de los cielos y derramar sobre su pueblo una bendición ilimitada. En lugar de ventanas de los cielos la Septuaginta lee cataratas (torrentes) de los cielos. Los antiguos hebreos concebían las ventanas de los cielos como aberturas puestas en la bóveda celeste. Creían que Dios controlaba la caída de lluvia sobre la tierra abriendo y cerrando esas ventanas. Y por causa de las aguas del diluvio entró Noé al arca, y con él sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos… El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas (Génesis 7:7,11). Y se cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia de los cielos fue detenida (Génesis 8:2).
Lo que Dios prometió a través del profeta Malaquías fue la abundante provisión de lluvia para los campesinos que eran fieles en dar el diezmo de sus cosechas. Dios continuará derramando sus bendiciones sobre su pueblo y nosotros también podemos recibir una bendición suficiente en la medida en que diezmamos fielmente.
Por otra parte, es necesario que cultivemos nuestra lealtad a la iglesia que pastoreamos. Es indigno que un hombre de Dios hable mal de su propia congregación o de sus líderes. No es admisible expresarse despectivamente de los miembros que pastorea. Se puede herir y caer en la insensatez. Los años de antigüedad y experiencia no nos dan el derecho de hablar mal de la grey donde servimos.
Hay palabras que destruyen y afectan seriamente. Lo mejor es frenar la lengua. A la boca cerrada no le entran moscas. Las ovejas admiran al pastor que sabe hablar con tacto y sabiduría. La Biblia califica como hombre justo al que habla bien: Manantial de vida es la boca del justo (Proverbios 10:11).
La palabra no sólo debe decirse con verdad y buena intención, también es necesario decirla con tacto y precaución. Las palabras en el momento oportuno son como manzanas de oro incrustadas en plata (Proverbios 25:11). Establezca la honestidad como valor primordial en la vida cristocéntrica que profesamos. Ninguna oveja quiere ver a su pastor envuelto en asuntos turbios. Es vergonzoso para una iglesia que su líder espiritual sea acusado de actos inmorales, indebidos, ilegales y escandalosos. El pueblo de Dios valora la sinceridad, la trasparencia y la vida espiritual de los siervos del Señor. Admiten las limitaciones propias de un ser humano, pero admiran y les complace observar una vida congruente a lo que predican y enseñan. Redoblemos esfuerzos para andar dignamente como verdaderos hijos de Dios. Finalmente, debemos establecer el trabajo como valor primordial en la visión que Dios ha puesto en nuestro corazón. Hay que trazar una meta, explotar al máximo el potencial y persistir para lograr los objetivos.
Todo hombre de Dios con lealtad asambleísta hace los cambios necesarios para alcanzar sus proyectos y nunca se da por vencido. Cambie lo negativo por lo positivo, la incredulidad por la fe, la cantidad por la calidad.