“Lo que Dios quiere que tú seas mientras estás en esta tierra”.
Esta es mi definición personal de lo que es la visión. Si comprendes específicamente este deseo del corazón de Dios para ti, estarás empeñado en agradarlo y tratarás de ser lo que él espera de ti.
Por supuesto que en esta vida que el Creador nos concede, quisiéramos hacer muchas cosas, entre ellas ayudar a otros, disfrutar de la familia, servir, trabajar, amar, viajar, descansar; algunos quisieran hacer todo lo que otros han hecho: saltar del bungee, lanzarse en un paracaídas, escalar el Everest, bucear entre corales, viajar al espacio y muchas cosas más, pero nuestra vida no contiene en sí misma el tiempo suficiente para hacerlo todo.
Tener una visión nos enfoca en lo que realmente es importante.
Lo que Dios quiere es que seamos verdaderos discípulos de Jesús, no cualquier discípulo, sino uno que cumpla las expectativas de él, por eso el Maestro tuvo que definir la calidad de discípulos que buscaba, puesto que muchos le seguían: Si alguno de ustedes quiere ser mi seguidor, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz cada día y seguirme (Lucas 9:23, NTV).
Este es el llamado principal, la visión general para todo creyente nacido de nuevo. Pero existe además una visión de Dios para ti en particular, que se refiere a cómo el Señor quiere que seas en el contexto cultural donde te ubicó, en la época en que decidió que vivieras, en la familia en la que te insertó, en la iglesia que plantó para que le conocieras, en la denominación que proveyó para que te desarrollaras y en el ministerio que preparó para que te desenvolvieras. Cuando tienes clara esa visión de Dios para tu vida entonces no te distraes, te concentras, te enfocas y te disciplinas.
La disciplina es la coordinación de actitudes con las cuales se instruye para desarrollar habilidades o para seguir un determinado código de conducta (Wikipedia). Claro está que si tu visión general es agradar al Señor, te verás ante la necesidad de tomar decisiones frecuentemente, lo cual implica rechazar oportunidades, alejarse de tentaciones, dejar de hacer cosas que nos enfrascan o renunciar a actitudes que afectan nuestra relación con el Padre y con los hombres.
La vida del ministro se conduce bajo la visión, todas las decisiones se evalúan y se filtran por ella; aquellas que se alejan de nuestra visión se desechan, a fin de mantener el rumbo y estar en condiciones óptimas para avanzar. La visión se fundamenta en la Palabra de Dios y el llamado personal. Como ministros estamos expuestos a muchos distractores. Sin embargo, aquellos que tienen una visión clara y definida, se mantienen siempre enfocados, y cosas como el Facebook o el Internet, no representan mayor distracción; mas bien, son instrumentos que saben usarse a favor del ministerio, sin caer en los excesos del tiempo que se les pueda dar. ¿Tienes una visión personal definida y clara? ¿Es congruente con el llamado divino para tu vida? ¿La puedes redactar? Si las respuestas a estas preguntas son afirmativas, estás en el camino de aumentar tu disciplina, ser agradable a Dios y eficiente para el Reino. De lo contrario, debes tener un tiempo a solas con el Señor para que tengas clara la visión de él para tu vida en particular.
La mayoría de los pastores que han logrado hacer cosas grandes para Dios (misión-hacer), tuvieron muy claro lo que él quería que ellos fueran (visión-ser). La misión (el hacer) está muy relacionada con la visión (el ser), y ésta es consecuencia directa de aquélla. Por eso, si el Todopoderoso te llamó a hacer cosas grandes y de bendición para muchos, necesariamente deberás tener muy clara tu visión. Todos tenemos el potencial de hacer cosas grandes para el Señor, lo que nos limita es la falta de visión personal. No bogues en el mar del ministerio con una visión prestada de otro, define la tuya por la acción directa del Dios de los visionarios