S egún los expertos, siete de cada diez mexicanos viven en las ciudades. Es impensable ver una oveja en la ciudad; hay gatos, perros, aves, uno que otro caballo tirando de una carreta… mas no ovejas. Poco saben los citadinos de ovinos.
Pero los auditorios de Jesús y los lectores de los escritos apostólicos comprendían bien las referencias a la escena pastoral. Ellos entendían la grave situación de ovejas deambulando sin cuidador, o el mensaje de Jesús al declararse como el Buen Pastor dispuesto a morir en el cumplimiento de su oficio. Entendieron correctamente que la Iglesia es el rebaño de Dios, y en este sentido, como cualquier rebaño, necesita cuidado y atención.
¿Rebaño o clientela?
Algunas denominaciones se han convertido en proveedores de religión, o espiritualidad, y los asistentes a sus reuniones en clientelas. El ministro versado en la Escritura no cae en este error, pues entiende la naturaleza de la iglesia y de las funciones pastorales; interpreta correctamente el lenguaje figurado utilizado por el Espíritu Santo en los escritos bíblicos: la Iglesia es el pueblo que Dios compró; Cristo es Redentor y Cabeza de la Iglesia; el Espíritu Santo es el Otro Consolador enviado a la Iglesia para cuidarla, guiarla, y equiparla durante su tránsito por el mundo; los pastores de la grey son servidores designados y equipados por el Espíritu Santo responsables de cuidar al pueblo del Señor, en el nombre de Cristo.
Jehová es mi pastor
Vestía pantalones viejos de mezclilla y calzaba tenis muy usados, el joven. Parecía un asistente más a la conferencia. En realidad, el individuo estaba al frente de una mega iglesia en Chino Hills, California, ocupado en ese tiempo en la construcción de un proyecto multimillonario para su nuevo templo.
Le tocaba predicar en esa sesión del retiro ministerial. Se sentó en el piso, y llegado el momento, comentó en su mensaje algo poco usual en un ministro exitoso: “No me atrevo a considerarme un ‘pastor’, sólo soy un ovejero, el Señor es el Pastor”, dijo al auditorio. Moisés y David emergen en la Escritura como grandes hombres de Dios. El primero libera a Israel de la opresión egipcia y lo lleva a las fronteras de la Tierra Prometida; el segundo conduce al pueblo de Dios a su época de oro.
Los dos han sido llamados pastores de Israel. Ambos cuidaban ovejas profesionalmente cuando Dios los llamó, y ambos fueron capacitados por el Espíritu Santo para pastorear al pueblo de Dios. Sus grandes logros se debieron a la acción del Espíritu Santo usándolos como instrumentos visibles de su persona invisible (Isaías 63:11-14; 1 Samuel 16:13; Salmos 51:11). El libro de Hechos registra vívidamente la actividad del Espíritu en la obra de Dios, dirigiendo y equipando a la Iglesia. Pablo declara a los ancianos de Éfeso una verdad importantísima: Es el Espíritu Santo quien designa a los apacentadores del rebaño del Señor (Hechos 20:28). El Espíritu Santo habilita los ministerios pastorales.
Praderas verdes y valles oscuros
El Espíritu Santo ha pastoreado a su pueblo durante las diferentes etapas de su historia: la etapa de las persecuciones, de las grandes controversias doctrinales, de la recuperación de la Biblia, del racionalismo, de la sequedad espiritual.
El Espíritu Santo designó a los obispos indicados para cuidar a su grey en la época apostólica, y también levantó pastores para cuidar, alimentar y guiar al rebaño en otros episodios de su jornada hacia la Canaán celestial. Levantó el Espíritu a un Pedro, a un Juan, a un Irineo, a un Atanasio, a un Wycliff, a un Lutero, a un Calvino, a un Wesley, a un Seymour, a un Graham, a un Anacondia, a un Bonke, y a miles más, cuyos nombres son desconocidos para los hombres, pero no para el Príncipe de los pastores. Hombres y mujeres que han discernido la guianza del Espíritu Santo y han servido al rebaño de Dios en las necesidades y desafíos de su tiempo.
Su vara y su cayado
Una vez liberado de Egipto, los peligros para el rebaño de Dios en el desierto no fueron solamente las serpientes y los merodeadores, sino la incredulidad, la duda, el desaliento, la rebeldía y la desobediencia. En aquel medio, el Espíritu Santo y Moisés conducían al pueblo hacia el conocimiento de Dios y le enseñaban cómo servirlo.
La comunidad que el Espíritu Santo y sus obreros pastorean hoy enfrenta otros peligros. La sociedad actual es una sociedad narcisista cada vez más secular, inmersa en el trabajo y en la búsqueda de la diversión.
Existe una confusión ideológica en la que predomina el relativismo moral: no existe la realidad ni la verdad absoluta. Los escándalos en el ámbito religioso agravan la situación; para muchos, la iglesia ya no es la alternativa de salvación para una sociedad necesitada en extremo. En este ambiente el pueblo de Dios debe seguir su marcha sin vacilar, proclamando la Palabra de verdad, y haciendo discípulos.
El Espíritu Santo puede usar al pueblo del Señor para presentar la alternativa divina de salvación y vida nueva a este mundo decadente. Esto será posible si la iglesia goza de salud y se encuentra debidamente equipada. El lugar del pastor es importante en estas circunstancias. Los creyentes son llamados a imitar la fe de sus pastores; ellos velan por sus almas (Hebreos 13:7,17).
La iglesia sigue a sus pastores visibles, quienes la conducen según la voluntad del Pastor invisible. La tarea es enorme, pero la capacidad de servir al pueblo de Dios en esta época viene de lo alto. El Espíritu Santo convierte al pastor en líder, administrador, maestro, profeta, consejero, visionario. Por lo anterior, el pastor necesita desarrollar una sintonía con Dios para captar lo que el Espíritu Santo desea hacer en el rebaño de Dios, y una sumisión a su persona para ser dirigido y empoderado. David Yonggi Cho fundó en Corea del Sur la congregación más numerosa del mundo.
La cuarta dimensión es posiblemente su libro más conocido. Él mismo escribió otro título: Mi compañero el Espíritu Santo. En la contraportada de la obra aparece el siguiente párrafo: “Cada mañana al despertar, saludo al Espíritu Santo y lo invito a acompañarme durante el día y a dirigirme en todos mis asuntos, y lo hace. Trabajemos juntos hoy, yo seré tu instrumento”. ¡Cuán apropiada es esta plegaria para los hombres y las mujeres llamados a apacentar el rebaño de Dios hoy!