ESTRATEGIAS FINANCIERAS PARA ESTE 2021 (Covid19) por Pbro. Gilberto Cordero Jr.

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S e habló mucho en el año que acaba de terminar, de sectores económicos que fueron tremendamente afectados por la pandemia del COVID-19, entre los cuales destacan como el turístico, el de transportes de pasajeros, el comercial y el restaurantero, entre otros. Pero pareciera que casi a nadie le interesó que los pastores fueron sin discusión, afectados al mismo nivel que estos sectores o incluso en una mayor dimensión, dado que en algunos lugares las iglesias han permanecido cerradas al culto público prácticamente desde el mes de marzo de 2020.

Si de por sí, acudiendo a las iglesias, la fidelidad de los miembros es siempre una cuestión complicada, mucho más ahora que no hay reuniones públicas, y además, todos los ministros han tenido que celebrado sus servicios a través de plataformas digitales lo que ha requerido inclusivo de más inversión. Para muchos, los recibos de servicios como lo es la energía eléctrica, no disminuyeron ni siquiera por el cierre de los edificios, con una milagrosa multiplicación de los watts en los medidores eléctricos o de los metros cúbicos en los medidores de agua. En resumen, los ingresos se desvanecieron, pero los costos se mantuvieron

El problema que se asoma en el horizonte, y que advierten muchos especialistas es que la situación no va a mejorar en el 2021, o por lo menos no como lo hubiéramos deseado. Muchas personas, incluidos miembros de las iglesias, tuvieron que recurrir a deuda para sobrevivir en el tiempo de pandemia debido a las escasas reservas de ahorro que caracterizan al mexicano promedio, por lo que no habrá mucho presupuesto para dar. La caída de un 70% de las aportaciones misioneras atestigua esta realidad

¿Cómo enfrentaremos entonces el 2021? Pues como la Biblia nos enseña: con estrategia. El concepto de estrategia es simple y consiste en planificar las acciones que nos llevarán a un objetivo deseado. En este caso el objetivo, es administrar exitosamente las finanzas con las que contemos en este año, sean muchas o sean pocas. La clave para una buena estrategia entonces, es iniciar con una buena planeación.

La planeación

La planeación es un elemento que forma parte integral de un obrero preparado para toda buena obra. Cristo nos lo dejó claro cuando dijo: Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? (Lucas 14:28). El problema, es que planificar es una de las cosas que más se nos complican en nuestro contexto latinoamericano.

No nos gusta planear. Es aburrido, complicado y muchas veces no sentimos que nos pueda dar algún beneficio real, o si lo creemos, al final pensamos que no vale la pena, ya que lo más probable es que no lo llevemos a cabo. Pero ante el escenario este año, la verdad es que no tenemos muchas opciones. Por lo que para comenzar con estrategias financieras para este año, la primera de ellas es sin duda el presupuesto.

Planificar primero mis ingresos. Si tengo una idea por lo menos general de cuánto voy a recibir, entonces tendré la capacidad de planificar cómo voy a gastar. En este caso, el pronóstico sobre los ingresos debe de ser lo más conservador y prudente posible, para no llevarme sorpresas en el futuro. Una idea real y aproximada de los ingresos esperados me podrá ayudar a darle prioridad a los gastos más importantes y sin lugar a duda, prescindir de aquello que aunque pueda ser un goce legítimo, no quepa en mi presupuesto personal o familiar.

Pablo dijo que estaba enseñado tanto a tener abundancia como para padecer necesidad. En otras palabras, en tiempos de abundancia sabía ahorrar, y en tiempos de escasez sabía planificarse para no gastar más que en lo básico. Tenemos la confianza de que el Señor aseguró que no nos faltaría nada de esto si buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, por lo que la Biblia deja en claro que si me meto en problemas financieros, será porque no entendí este principio. Por supuesto, luego viene el dominio propio a escena, para ayudarme a controlar mi gasto cuando la tentación o la emoción me dictan otra cosa. Pero aquí entra en escena también el contentamiento. Hay un tiempo para todo, y ya vendrán tiempos de refrigerio y de retribución.

La promoción

Después de la planeación, una estrategia eclesiástica legítima, es la de la promoción. Las necesidades de la Iglesia deben ser conocidas por todos sus miembros, y presentadas de tal manera (con la claridad necesaria) que motiven a los feligreses a comprometerse para sacar adelante los gastos de la congregación y de los ministros que les sirven. Moisés promovió ofrendas para el Tabernáculo, David hizo lo mismo entre sus nobles para el Templo que su hijo iba a construir. Hablar honestamente con los miembros de la Iglesia a través de las de las redes sociales (mensajes privados) sobre las necesidades de la congregación, presentando un buen presupuesto de gastos para el 2021 ayudará a que estos dimensionen el apoyo que la Iglesia requiere de ellos.

Las Asambleas de Dios y sus ministros nunca hemos apelado a enseñanzas equivocadas sobre prosperidad o usado de herramientas ilegítimas con falsas promesas de abundancia para que nuestra gente dé. Ser honestos y transparentes con las necesidades que la Iglesia enfrenta en sus desafíos financieros se vuelve pertinente y vital. El secreto está en saber presentarlo. Debe ser claro, honesto, y apelando a los motivadores correctos como lo son el amor a la obra de Dios, la participación fraternal, la generosidad para con los que no han dejado de ministrar, visitar y pastorear ni siquiera con el riesgo que implican estas actividades para su salud.

La diversificación

Ante la realidad de que un importante sector de nuestra feligresía no tenga posibilidades de dar debido al entorno económico adverso, las Iglesias siempre han contado con el recurso de actividades alternas para obtener fondos, me refiero a esas que tradicionalmente les damos el nombre de talento. Hasta hoy, el talento era utilizado para necesidades accesorias o para proyectos especiales de crecimiento o de inversión. Ahora no. Hoy en día debe ser utilizado para la supervivencia y la preservación. Ventas de artículos usados (ventas de bazar), lavado de autos, o venta de diversos artículos de comida, pueden ser útiles herramientas que traigan a la congregación y a su ministerio el extra que falta para sacar adelante los compromisos.

Organizar grupos en la congregación que utilicen sus habilidades y puedan ofrecer alternativas para obtener un ingreso para la Iglesia serán de gran bendición. Cualquier recurso por pequeño que sea será bienvenido. Las ideas fluyen y la iniciativa se produce en grupos que se unen para colaborar y que pueden producir bendición para los compromisos financieros de una congregación. Jóvenes que pueden utilizar eficazmente las plataformas digitales, hermanas con habilidades culinarias sobresalientes, hermanos que conocen el mercado local, todos pueden organizarse para lograr un ingreso alternativo ante la merma de ofrendas y contribuciones eclesiásticas. Como se ha probado ya en ocasiones anteriores, para este tipo de cosas lo único que se necesita es voluntad e imaginación.

La experiencia

Con todo lo negativo que el entorno económico pueda parecer, es una escuela única que no se debe desperdiciar (Salmos 119:71). Esto, con el propósito de que una situación así no nos vuelva a tomar desprevenidos. Si bien es cierto que la situación fue repentina, también es cierto que muchos ministros e Iglesias nunca habían considerado crear fondos de ahorro (altamente recomendados en la Palabra de Dios) para períodos de probable necesidad. Sería terrible que después de haber pasado lo que hemos pasado, no hayamos aprendido nada. Muchas de las naciones que ahora son prósperas, aprendieron a administrarse después de una guerra o crisis nacional, las cuales les enseñaron a prevenir y planificar. Vemos si no con envidia, si con un poco de desilusión, como en otros países los ciudadanos reciben cheques de sus gobiernos para salir adelante en la crisis dado que gozaban de reservas abundantes. Estos mismos ciudadanos a su vez, tenían ahorros para enfrentar la necesidad que se vino encima. Si nosotros no aprendemos ahora, la siguiente crisis nos va a desmoronar. Las crisis, como las sequías, son cíclicas. Vienen y van. Si no aprendemos, pagaremos un alto precio.

La Biblia dice que la sabiduría y la inteligencia se adquieren. ¿Cómo? Por la experiencia. Dios permite cada circunstancia de la vida para enseñarnos. Claro que este es uno de los medios más excelentes para aprender y no debe ser menospreciado. En este sentido, debemos agradecer a Dios por la oportunidad de aprender a depender de Él y a tomar lecciones para administrarnos mejor en el futuro tanto a nivel personal como eclesiástico.

LA FE

Tenemos innumerables declaraciones de la Escritura que nos animan a confiar en la provisión y cuidado de Dios en medio de las crisis. Un Dios de misericordia que se compadece de nuestras necesidades y que suple conforme a sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19). Debemos fundamentarnos en la promesa de Dios de que nada faltará a los que confían en Él (Salmos 23:1; 34:9- 10) y guardan sus mandamientos (Salmos 37:25; Proverbios 15:6; Isaías 41:10) esto es la piedra angular de todos los esfuerzos que podamos emprender. No olvidemos que al final, sin fe, es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6), por lo que cualquier estrategia que carezca de este ingrediente espiritual no estará completa

La fe nos enseña que la provisión que necesitamos, procede únicamente de Dios (Mateo 6:32-33), y esta seguridad y convicción nos dará la dirección correcta para todos nuestros esfuerzos y decisiones.

fuente: aviva 2, 2021

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