Una credencial es una orden o un documento que atestigua o autoriza la cualificación, competencia o autoridad otorgada a un individuo por un tercero con autoridad.
De esto se deriva que la credencial otorgada a los ministros incluye muchos privilegios:
- Atestigua, es decir, afirma con seguridad y da testimonio de que quien la porta es alguien que con su vida, trabajo y fruto ha evidenciado un llamado y una vocación para ser servidor de Cristo.
- Autoriza, concede facultad o derecho. El ministro es privilegiado al tener la evidencia simbólica y física de su afiliación y acreditación ante un organismo vivo, donde es facultado para participar con voz y voto, predicar en sus púlpitos, pastorear, desempeñar posiciones de liderazgo, oficiar ceremonias, etc. La credencial ministerial, parecería ser un elemento muy sencillo, y lo es, pero sin ella no se puede ser partícipe de todo esto.
- Identifica y cualifica, es decir, manifiesta que su poseedor tiene la autoridad o el prestigio necesarios para que sus palabras y acciones merezcan respeto. Muchos ministros han compartido la experiencia de un buen trato o grado de credibilidad recibidos al mostrar una credencial como ministro del Concilio Nacional de las Asambleas de Dios.
- Desafía a honrar nuestro llamado, a avanzar en las clasificaciones, a mantenerla vigente, a conservarla como parte de nuestra historia, memorias y legado a nuestras siguientes generaciones. Asimismo la credencial ministerial conlleva responsabilidades, entre las que podemos mencionar las siguientes:
- Honrar la confianza que Dios ha depositado en nosotros como sus siervos, reconociendo que irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.
- Corresponder a la confianza que la nobleza del Concilio nos otorgó al creer en nuestro llamado y brindarnos un espacio de servicio dentro de sus filas.
- Hacer un uso correcto de ella, para el propósito expreso por el que nos fue concedida.
- Recordar que la credencial sólo es un símil o recordatorio de las credenciales espirituales que todo siervo de Dios debe evidenciar: irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa… no un neófito… que tenga buen testimonio de los de afuera (1 Timoteo 3:2-7).
- Conducirse a la altura del llamado, siendo responsable con sus obligaciones inherentes a la credencial: mayordomía, trabajo, asistencia, cooperación, respeto y disposición de servir.
Existen quienes tratan de restarle importancia y han expresado: la credencial no hace al ministro… y es cierto, pero también es verdad que muchos han experimentado el pesar cuando han perdido este derecho.
Algunos han llegado hasta las lágrimas cuando su caso se ha tornado complicado, anhelantes de volver a ser partícipes de este privilegio que merece la pena valorar y cuidar. Como parte de nuestra identidad asambleísta nos es otorgada una credencial, la que cuando jóvenes vimos con tanta ilusión y ahora entrados en años miramos con tanto respeto. Disfrutemos de sus beneficios, cumplamos con nuestras responsabilidades para que en todo sea Cristo glorificado.