Hace treinta años en la Universidad de Stanford se realizó un experimento con niños de cuatro años. El investigador le mostraba a cada niño una golosina y le decía que podía comerla, pero que si esperaba a que volviera le traería dos; luego lo dejaba solo con el caramelo y su decisión.
Algunos chicos no aguantaban y se comían la golosina; otros, elegían esperar para obtener una mayor recompensa. Catorce años después, se hizo un seguimiento de esos mismos chicos: los que habían esperado sin tomar el caramelo –y, por lo tanto, controlaban mejor sus emociones en función de un objetivo– eran más emprendedores y sociables. Los impulsivos, en cambio, tendían a desmoralizarse ante cualquier inconveniente y eran menos brillantes.
Autocontrol es la capacidad de control o dominio sobre uno mismo. Examinemos la vida de un rey que, aunque alcanzó el éxito no pudo mantenerse en él. Inició bien la carrera, pero no la terminó satisfactoriamente. En su éxito estuvo rodeado de miles, pero acabó sus días en absoluta soledad. Aunque dotado de grandes cualidades, le faltó dominarse a sí mismo. 2 Crónicas 26:1-23 nos narra la historia de Uzías, quien estaba en la mejor época de su reinado. Era un tiempo de prosperidad y grandes logros, de fama y gloria, los enemigos estaban sometidos y poseía un ejército completo; fue una época de oro. Uzías conquistó reinos, pero no se pudo conquistar a sí mismo. Proverbios 16:32 dice: Mejor es… el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad. El monarca supo manejar de manera eficiente las estrategias de la guerra y dirigir una nación con sus dotes de liderazgo; no obstante, no supo gestionar de forma adecuada su propia vida encausada al éxito, la prosperidad y la fama. Aprendamos de los errores de otros. Encontramos por lo menos tres consejos que deberíamos considerar si deseamos tener vidas y ministerios exitosos.
1. En tiempos de prosperidad y éxito conserve la humildad
Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina (2 Crónicas 26:16). El pecado del orgullo fue su primer error, éste arruina la vida espiritual, ministerial y relacional. Los grandes logros de Uzías le hicieron enaltecerse contra Jehová y eso provocó su humillación. Los triunfos pueden catapultarnos a cosas más grandes si nos mantenemos humildes o pueden sepultarnos para ruina si nuestro corazón se envanece. El rey perdió el control al sentirse muy poderoso y creer que ya no necesitaba a Dios en su vida y su reinado. Alguien dijo que entre más alto uno ascienda y llegue a la cima, será muy difícil estar de pie, pero es más seguro estar de rodillas. En el camino del Señor es así, será necesario arrodillarse en oración dependiendo del Todopoderoso en todos nuestros asuntos y poniendo al pie de la cruz nuestros logros.
2. En el ejercicio de su liderazgo no entre en funciones que no son suyas
Y se pusieron contra el rey Uzías, y le dijeron: No te corresponde a ti, oh Uzías, el quemar incienso a Jehová, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has prevaricado, y no te será para gloria delante de Jehová Dios (2 Crónicas 26:18). Uzías usurpó el puesto de los sacerdotes al ofrecer incienso. El rey tenía su oficio, que era el de gobernar, pero en su afán de demostrar que él tenía la autoridad en todo, se metió en terrenos que no le correspondían y por esa razón fue desechado. En ocasiones veo a evangelistas en el puesto de pastores luchando para sostener la obra, pero con su corazón puesto en el evangelismo de tiempo completo, y viceversa. Otros anhelan puestos de liderazgo mientras unos más evaden el llamado del Señor. A veces puede ser muy fácil desviarse del llamamiento que Dios puso en la vida de cada ministro; son tantas las ofertas que las nuevas corrientes presentan, que muchos se sienten tentados a desviarse del don y el llamamiento que recibieron del Señor para ir en pos de “nuevas revelaciones”. Permitámosle al Espíritu Santo que tome el control de nuestras decisiones y emociones para ser guiados por él y ser llevados a cumplir su voluntad teniendo como resultado el éxito en todos nuestros asuntos. Fueron la desesperación y la falta de control del rey Saúl que lo llevaron a ofrecer sacrificio, pero esa actividad sólo correspondía al profeta Samuel, por esa razón Dios lo desechó como rey. Fueron la ira y la desesperación las que contribuyeron a que Moisés no entrara a la tierra prometida por haber golpeado la piedra en lugar de hablarle tal como se le había ordenado. Bien lo dijo Pablo: Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina (1 Timoteo 4:16).
3. En el manejo de conflictos respete a aquellos que le presiden en el Señor
Entonces Uzías, teniendo en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira; y en su ira contra los sacerdotes, la lepra le brotó en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Jehová, junto al altar del incienso (2 Crónicas 26:19). El rey sintió que no debía tener consejeros espirituales y que tal vez ya no necesitaba de los sacerdotes. Cuando los ministros quisieron impedir que Uzías ofreciera el incienso, el monarca alzó su mano con ira, pero fue duramente castigado por Jehová con lepra en la frente. Las tentaciones del liderazgo son muchas, y una de ellas es sentirse superior a aquellos que Dios ha puesto en autoridad sobre nosotros. Nuestra actitud debe ser de reconocimiento y respeto por aquellos que nos ministran, corrigen y bendicen.
El camino al éxito ministerial está marcado por nuestras actitudes, por el control de nuestras emociones y la toma de correctas decisiones. Sin lugar a dudas, la vida del pastor y líder está en una plataforma en la que a menudo se presentan diversas tentaciones en un intento por sacarlo de balance. Hubo hombres en la Biblia que fueron exaltados por Dios porque dejaron moldear su vida y su carácter permitiendo al Espíritu Santo tomar el control.
El éxito de cada hombre y mujer inicia con la obra preciosa de la tercera persona de la Trinidad en el interior de sus vidas. Cuán útil resulta el consejo del apóstol Pablo para mantener el autocontrol: Todo me es lícito, pero no todo conviene (1 Corintios 10:23).