ALIANZAS — Pbro Guillermo Rodríguez H.

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Desde que me dijo pastor le noté un acento extranjero y espiritualoide. Le llamo porque es tiempo de que nos unamos, prosiguió la voz. Entonces se identificó; dijo ser de una iglesia que no conocía al momento y que sigo aún sin conocer.

Me desafió a unirme a su visión para hacer llevar a la ciudad a renombrados ministerios centro y sudamericanos de los que yo no conocía a ninguno de ellos, y sigo todavía sin conocerlos. Aislados no podemos, me dijo, pero si nos unimos y su iglesia se nos une, podemos conquistar a la ciudad.

Le agradecí la llamada y le hice ver, pienso yo que con cierta elegancia y mucha cortesía, que no estábamos interesados en sumarnos a su proyecto. Entonces me siguió insistiendo con un tono de voz que se hizo imperioso: usted debe de tener comunión con nuestra iglesia y tiene que conocernos para que entienda que es el tiempo y el propósito de Dios que puedan trabajar con nosotros.

Admito que en ciertas ocasiones soy impaciente pero conservé la calma a pesar de que tenía compromisos agendados en ese momento. Mire, le dije, somos de Asambleas de Dios y en la ciudad estamos felizmente integrados con otras quince iglesias para cumplir con la visión que Dios hizo subir a nuestro corazón.

Trabajamos incansablemente en el evangelismo, tenemos perfectamente delineados nuestros proyectos de discipulado, en nuestros cultos se manifiesta la presencia y los dones del Espíritu Santo, Dios está con nosotros en todo lo que hacemos. Gracias a él nuestras iglesias juntas son de la más grande de las iglesias de la ciudad. Estamos unidos y tenemos comunión en vida espiritual, doctrina, liturgia, fraternidad. Realmente no necesitamos ir más allá de nuestros linderos eclesiásticos, pero si usted lo desea puede venir a trabajar y apoyarnos en llevar a cabo la visión que Dios nos ha dado y confirmado.

Pensé ya con eso es suficiente, pero siguió la andanada: Es que si nos unimos el gobierno va a ver que tenemos fuerza y nos va a tener que dar lo que le pidamos. Oh, pues, salió a relucir la motivación oculta de la llamada. Nos quería para engrosar su membrete y llevar agua a su molino. Peor todavía. Entonces me salió lo pentecostal que todos llevamos dentro: usted confíe en el gobierno, que nosotros seguiremos confiando en el Dios de los ejércitos.

Por supuesto que como iglesias tenemos accesos a recursos gubernamentales, pero no descansa en eso nuestra confianza. A través de la evangelización y de la reconciliación del ser humano con Dios, las congregaciones locales aportan a sus comunidades y se convierten en instrumentos de armonía social, respeto al orden y la legalidad, enseñanza de valores, integración familiar y en lo general al desarrollo integral de las personas. Los gobiernos así lo entienden y contribuyen para que sigamos haciendo lo nuestro.

No necesitamos a otras iglesias de credos dudosos para esto. Lo hacemos con la gracia y el favor de Dios. Mire, le dije, estoy tratando de ser amable con usted pero realmente no me interesa su propuesta. Así que le deseo un buen día. Muchas gracias por su llamada. Adiós. Fin de la conversación.

A los tales no les debemos nada. Todo se lo debemos a Dios. Hay quienes buscan sorprender a las iglesias locales y las sepultan en un mar de argumentos de fingida piedad para forzar su alianza. Así no.

No buscan el bienestar colectivo sino el suyo propio. No están interesados en las necesidades ajenas sino enfocados en satisfacer sus propias necesidades. La unidad ideal la encuentran exclusivamente en torno a sus personales proyectos. Buscan proselitar a los prosélitos en vez de evangelizar a los perdidos, y si tienen una buena posición social o económica, con más razón. En ocasiones hay quienes sacrifican la doctrina en el altar de las alianzas interdenominacionales que a veces huelen un tanto a ecumenismo, a mezcla de barro cocido con hierro.

No vaya a ser que piensen que todos somos iguales, porque no es así. Por ejemplo, no todos entienden la diferencia entre Israel y la Iglesia, y confunden otra vez la ley con la gracia. Los conmueve reciclar y pretenden judaizar al cristianismo, pero nosotros no; honramos la resolución doctrinal del Concilio de Jerusalén (Hechos 15:28-29). Ellos esperan a su mesías y desdeñan al Mesías príncipe.

Por eso se emocionan con la pretendida reconstrucción del templo jerosolimitano para reiniciar con los sacrificios expiatorios de machos cabríos, pero nosotros esperamos el regreso del Señor que fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan (Hebreos 9:28). Vamos, ¿sacrificio de animales para procurar la expiación de pecados? Es atentar en contra de nuestro Señor Jesucristo, de quien está escrito: Pero estando presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por la sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo eterna redención (Hebreos 9:11-12).

No obstante, desestiman las Sagradas Escrituras para encumbrar a las emociones y dejan que ellas sean rectoras de sus vidas, pero nosotros no nos dejamos guiar por las emociones, las guiamos a ellas y las sometemos a la autoridad de la Palabra. No es orgullo denominacional ni mucho menos.

Nunca tal sentimiento embargue nuestras almas. Es mera gratitud a Dios y reconocimiento de que él está con nosotros. Nos ha traído en México ya casi por cien años y en cada uno de ellos hemos buscado su rostro, notado su presencia, probado su poder y disfrutado de su comunión.

No abogo por el aislacionismo porque sí hay entidades eclesiásticas saludables y de un perfil afín con las que podemos trabajar, siempre en un plano de prevalencia escritural y de respeto mutuo. No obstante, hay que velar porque en la integración con iglesias afines sea siempre a partir de la estructura, gobierno y doctrina conciliares. Para ello primero es importante la comunión y el desarrollo de la identidad asambleísta, la ayuda mutua, el auxilio interiglesias, los proyectos en común. Al inicio de los bienios distritales cada Distrito, Sección o Región se ha establecido metas integrales de crecimiento, espiritualidad, fraternidad. Todos trabajando juntos en un mismo sentir y dirección, y que a sus Asambleas siga enviando Jehová bendición, y vida eterna (Salmo 133:3). Amén.

fuente: aviva 2015, edición 16

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