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Dios es Creador y Soberano sobre todas las cosas, pero está íntimamente ligado a la vida de su pueblo.

Efesios 1:7 En quien [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.

Vivir como parte de la familia de Dios es la mayor bendición que podamos esperar. En esta lección, estudiaremos los privilegios que acompañan a nuestra posición en Cristo. Mientras estudia esta lección, examine su corazón para determinar si se está apropiando de todos las bendiciones que Dios le brinda.

Algunos teólogos sostienen que el Libro de Efe­sios apoya la idea de que Dios sólo selecciona a algunas personas para ser salvas, al predestinar­ las para la salvación, mientras que predestina a otras para que se pierdan. Efesios habla de predestinación, pero Pablo describió un plan predestinado de redención en el que todas las personas pueden participar si responden al lla­mado del Espíritu. Hoy estamos estudiando el plan de redención de Dios y las bendiciones que los cristianos reciben como resultado de la obra sacrificial de Jesús en la cruz.

1—Nuestras bendiciones espirituales en Cristo

□ El plan eterno de Dios Efesios 1:3-6

La voluntad de Dios era tener comunión con la humanidad. Sin embargo, para estar en la presencia de Dios, la persona necesita ser santa y limpia del pecado de este mundo. Así es como nadie puede presentarse aceptable ante Dios. Pero el plan de Dios hizo posible que vivamos con Dios para siempre (Efesios 1:3,4).

La bendición del cristiano va más allá de presentamos ante Dios. Quien cree en Cristo es adoptado en la familia de Dios, y recibe los derechos y privilegios de un hijo o una hija de Dios. La adopción es parte del plan predestinado de Dios. Él desea derramar su amor sobre aquellos que Él creó (w. 5,6).

Todas las bendiciones de Dios fueron posibles mediante el sacrificio y la resu­rrección de Cristo. Dios amó de tal manera a la humanidad que envió a Jesús para morir por nuestros pecados. Si Dios no nos hubiera dado ninguna otra cosa, el regalo de la salvación habría sido suficiente. Sin embargo, Dios continúa bendi­ciendo a su pueblo mucho más de lo que podemos imaginar.

□ El plan individual de Dios Efesios 1:7-10

Al igual que en la historia de Oseas y Gomer en el libro del Antiguo Testamento, Dios muestra su amor sin reserva alguna para redimir a su pueblo. Dios no solo «paga el precio» para redimir al perdido, sino que mediante el sacrificio de Cristo (Efesios 1:7), perdona al individuo por su rebelión que lo separó de su amor.

Cuando somos perdonados, Dios no tiene en cuenta nuestros pecados pasa­ dos. Tampoco nos pide que nos ganemos ese perdón o que vivamos atormentados por nuestro pasado. Él nos da gracia, porque la salvación es un regalo que no mere­cemos. Este regalo no se da a regañadientes. Más bien, Él derrama su gracia sobre nosotros porque Dios desea fervientemente que tengamos una relación con Él.

Es nuestro gran privilegio que Dios no haya ocultado su plan de su creación (v. 9). Mediante el ministerio, la muerte y la resurrección de Cristo, se nos ha reve­ lado su plan y su voluntad. Según Pablo, Dios nos dio a conocer el misterio de su voluntad. El misterio aquí se refiere a algo que era desconocido, pero que ahora nos ha sido revelado por gracia. Dios presentó con toda claridad su voluntad, por lo que no es difícil que una persona entienda cuál es su voluntad respecto a la salvación.

En el momento preciso, Dios envió a Jesús al mundo para ser el sacrificio por nuestra salvación de una vez y para siempre. Cuando el ser humano se alinea con Dios y obedece su voluntad y su voz, experimentará las bendiciones que Él tiene reservadas para sus hijos.

2 – La posesión adquirida de Dios

□ El pian de Dios revelado Efesios 1:11,12

Pablo explicó a los efesios cuán bendecidos eran de haber escuchado la predica­ción del mensaje de Cristo y de haber respondido a él favorablemente. Aquellos que responden a Dios reciben una herencia (Efesios 1:11; esta es, por supuesto, el regalo de la vida eterna). Así como un hijo se beneficia de la riqueza de sus padres, un hijo de Dios disfruta de todo lo que su Padre celestial posee debido a la obra que Él mismo realizó, la redención a través de Jesucristo. Así como un hijo puede pedir cualquier cosa a su padre terrenal, un hijo de Dios también puede pedir a su Padre celestial y esperar una respuesta positiva, si esa petición está en armonía con su voluntad.

La voluntad de Dios es que nadie perezca espiritualmente (véase 2 Pedro 3:9). Aquellos que eligen la vida eterna sometiéndose a los planes de Dios serán adop­tados y heredarán todo lo que Dios ha planeado para los redimidos. Pablo ayudó a los creyentes efesios a comprender que la salvación era de acuerdo con los propó­sitos de Dios y no meramente ideas humanas. Jesús hizo lo necesario para hacer posible nuestra salvación.

Pablo vio a los creyentes efesios como las primicias de una multitud incontable de personas que responderían al regalo de Dios de la redención. Con el paso del tiempo, muchos verían—y verán—lo que está disponible para ellos al observar a aquellos que ya han sido salvos y cambiados por este gran regalo de Dios.

□ Una promesa segura Efesios 1:13,14

Dios promete dar a los cristianos una herencia, pero no recibimos todos los bene­ficios de esa herencia en el momento de la salvación. Más bien, la salvación es el momento en que somos sellados por el Espíritu Santo, que viene a morar en la per­sona; esto es la presencia permanente del Espíritu en la vida del creyente (Efesios 1:13,14; véase Romanos 8:9,16). Esa presencia que mora en el creyente sirve como «garantía» de que Dios cumplirá todas sus promesas en su tiempo.

De la misma manera, cuando aceptamos a Jesús como Salvador, se nos consi­dera parte de la iglesia que es la esposa de Cristo en el cielo. Podemos disfrutar de la presencia de Dios hoy, sabiendo que un día veremos a Jesús cara a cara. No importa cuán buena sea nuestra vida hoy, sabemos que hay mucho más para nosotros en el futuro. Mientras esperamos el momento de la transición al cielo, los cristianos debemos aguardar pacientemente ese glorioso día.

3 – Iluminados por el Espíritu de Dios

□ El don de la sabiduría espiritual Efesios 1:15-18

Pablo indica que tras la salvación, el Espíritu Santo comienza a obrar en la vida de un nuevo creyente. Pablo se refiere a la sabiduría del Espíritu que ayuda al creyente a crecer en el conocimiento del Señor (v.17). A través del Espíritu, puede encontrar una esperanza segura, al ser iluminados con entendimiento (v. 18). Somos el pueblo santo de Dios, ricos en su herencia y llamados a vivir como sus hijos.

El momento de la conversión es sólo el comienzo de la vida cristiana. La Biblia enseña que la salvación implica más que arrepentimiento; la salvación también requiere del discipulado, que conduce a la madurez espiritual. Debemos dejar de ser bebés espirituales. Podemos aprender mucho de los maestros y los libros, pero nuestro gran maestro es el Espíritu Santo, y la Biblia es nuestro libro de texto.

A medida que los cristianos escuchamos al Espíritu Santo y le respondemos en obediencia, seremos iluminados respecto a la esperanza que hay en la rela­ción con Dios y todas las bendiciones que nos esperan. Sólo cuando aprendamos a escuchar al Espíritu y a obedecer a lo que Él dice, veremos el poder que está a nuestro alcance para andar en el propósito que Dios tiene para nuestra vida.

□ El poder de Dios Efesios 1:19-23

Por el poder de Dios, ahora Jesús está sentado en el cielo, exaltado sobre todos los gobernantes y potestades en los reinos natural y sobrenatural. Jesús es tam­bién la cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo. El Padre ha puesto todas las cosas bajo su autoridad. Los cristianos también debemos responder con obediencia a la autoridad de Jesús. Entonces, conforme la Iglesia obedece, seremos bendecidos y equipados para compartir el Evangelio.

¿Qué nos dice Dios?

Cristo pagó el precio para redimimos de nuestros pecados. Desde antes de la fun­dación del mundo, Dios tenía un plan para reconciliarse con su creación, y El ha hecho todo lo necesario para hacer posible esa relación. Debemos responder al amor de Dios y reconciliar nuestra vida con sus propósitos.

Acerca de: Editorial VIDA

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