Lee cuál fue la ORACION SACERDOTAL DE CRISTO enseñada a sus seguidores – Te bendecirá (Tema 18)

Verdad central : La oración de Jesucristo detalla su deseo para sus seguidores.
Versículo clave Juan 17:22 – La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno.

¿Alguna vez se ha preguntado si la oración por algo o alguien era la voluntad de Dios en esa circunstancia o para esa persona? A veces nos preguntamos cuál es el propósito de Dios. Jesús, quien es Dios Hijo, tiene conocimiento perfecto de la voluntad del Padre. Al estudiar la oración de Jesús que se encuentra en Juan 17, obtene­mos una visión importante de la voluntad de Dios para su Iglesia y su pueblo.

Es posible que haya formado parte de un grupo por el que oró un evangelista o un líder cristiano conocido. Podríamos llegar a la conclusión erró­nea de que tal oración tiene una importancia especial. Pero hoy hablaremos sobre la persona más importante que ha orado por usted: Jesu­cristo, el Hijo de Dios.

A veces es difícil comprender cuáles son los propósitos de Dios y saber si nuestra ora­ción armoniza con ellos. Sin embargo, Dios nos entiende perfectamente y tiene el plan para cada persona y, por lo tanto, nos da una visión signifi­cativa de su voluntad para nuestra vida. El estu­dio de esta semana explora la oración sacerdotal de Jesús. Mientras examinamos esta maravillosa oración, meditemos cómo estamos cumpliendo la voluntad de Dios.

Parte 1—«Padre, glorifica a tu Hijo»

□ Obediencia completa Juan 17:1

Jesús vino glorificar al Padre haciendo su voluntad. No hubo ningún aspecto de la vida y el ministerio de Jesús que no representara una obediencia completa. La cruz sería el medio supremo de la glorificación de Cristo.

Si bien Juan 16 concluye el relato del discurso de despedida de Jesús a sus dis­cípulos, el capítulo 17 comienza con Jesús en actitud de oración, lo que tipificaba su entrega total a la voluntad del Padre. Él levantó los ojos al cielo y comenzó a orar. El enfoque de Jesús en este punto era completar la tarea establecida antes de la fundación del mundo: morir por los pecados del mundo.

El enfoque de Jesús no estuvo exento de lucha. Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) registran la oración de Jesús en Getsemaní. Pidió que, si fuera posible, el Padre lo librara de la «copa» que era la Cruz (véase Lucas 22:42). Sin embargo, Él estaba resuelto a someterse a la voluntad y al propósito del Padre.

Mientras que la cruz representaba vergüenza para los judíos y los romanos, para Jesús era victoria, porque sería la manera en que glorificaría al Padre, cum­pliendo el propósito de su venida. Al llegar Jesús al final de su misión terrenal, estaba absolutamente consagrado a seguir el camino de la cruz.

□ La vida eterna vino a través del hijo Juan 17:2-5

Jesús anteriormente había declarado su plena autoridad para juzgar y perdonar. (Véase Juan 5:27 y Marcos 2:10.) Solo Él tiene autoridad para dar vida eterna, una autoridad concedida por su Padre y debía ser conferida a Él a través de Su muerte y resurrección.

La vida eterna implica vivir en el conocimiento de Dios y en una relación con Él. Cuando una persona obtiene la salvación a través de Jesús, se establece una relación con Dios a través de Cristo (v. 3). Debe ser un motivo de gran gozo saber que creceremos en el conocimiento de Dios por toda la eternidad.

Aunque la obra de Cristo en la cruz aún no se había llevado a cabo, Jesús habló de ella como si se hubiera consumado. En su cumplimiento, el Padre fue glorificado. El mismo acto de obediencia trajo gloria al Padre. El sufrimiento que esperaba a Cristo estaría acompañado del gozo de cumplir el propósito por el cual entró en la esfera humana.

Luego Jesús hizo una oración final por él mismo. «Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese» (v. 5). Sólo la cruz se interponía entre Jesús y la gloria que tenía en su estado eterno. Había venido al mundo para glorificar al Padre a través de la Cruz y, una vez completada la obra, regresaría a su estado de gloria eterna.

Parte 2 – «Guárdalos del mal»

□ El Padre es revelado a través del Hijo Juan 17:6-12

Sabiendo que su partida del mundo era inminente, Jesús dirigió su atención a orar por sus discípulos. Esta es la que llamamos «la oración sacerdotal de Jesús». Un sacerdote es, entre otras cosas, un representante. Jesús había representado al Padre ante Sus discípulos, y ahora los representaba a ellos ante el Padre.

En los dos capítulos anteriores, Jesús había explicado su promesa de que el Espíritu Santo vendría, pero El sabía que las próximas horas pondrían a prueba a sus discípulos. Con esto en mente, Él los encomendó al cuidado del Padre.

Para este momento, los discípulos sabían que Jesús había venido del Padre (Juan 17:7,8). Los había protegido como un Pastor (v. 12; Juan 10:1-16), y estaba listo para devolverlos a la protección de su Padre. Jesús entendía la vulnerabilidad de sus discípulos. Había peligro ante ellos, y sólo la mano sobrenatural de Dios podría mantenerlos a salvo en un mundo que sería hostil y peligroso.

El versículo 12 deja en claro que ninguno de los discípulos dados a su protec­ción se había perdido—con la excepción de Judas que había cumplido lo profeti­zado acerca de su traición, el «hijo de perdición». Hoy, Jesús continúa su interce­sión por sus seguidores (1 Juan 2:1).

□ Santificados en la verdad Juan 17:13-19

Jesús dejó en claro que sus discípulos no eran del mundo, así como Él no es del mundo. Como resultado, experimentarían rechazo como Él también lo enfrentó. La oración de Cristo al Padre no es que libre a sus discípulos del peligro. Más bien es que los guarde del poder de Satanás. Como sus seguidores, tendrían que sopor­ tar el mismo tipo de persecución, pero no tendrían que hacerlo sin la presencia permanente de Dios y su poder sustentador.

Cristo le pide al Padre: «Santifícalos en tu verdad» (v. 17). Santificar significa hacerlos santos por medio de la separación. Así como Jesús no es del mundo, tampoco sus seguidores deben ser de este mundo. Quienes dicen ser sus discí­pulos deben estar separados del mundo y dedicados al servicio de su Señor. Los discípulos de Jesús deben ser separados «en la verdad». Las palabras de Cristo «tu palabra es verdad» (v. 17) vincula su revelación de quién es Dios a la verdad. Es únicamente la verdad la que nos puede hacer libres (Juan 8:32,36).

Con su mira en la cruz, Jesús declaró que Él se santificaría por el bien de sus discípulos al pagar la pena por sus pecados (v.19). Este acto sacrificial sería un ejemplo para ellos, ya que seguirían a Jesús e irían por todo el mundo para procla­mar esa salvación.

Parte 3 – «Que todos sean uno»

□ Por los que han de creer Juan 17:20-23

Juan 17:20 comienza el tercer segmento de la oración de Cristo: primero oró por sí mismo, luego por sus apóstoles, y luego cambió el enfoque a las siguientes gene­ raciones de cristianos que andarían con Él a lo largo de la Era de la Iglesia. Eso significa que, en Juan 17:20-23, Jesús estaba orando por nosotros.

Jesús se enfocó en la unidad como necesidad. Aquellos que siguen a Jesús deben ser uno—como Él y el Padre son uno. Este segmento de la oración de Jesús nos recuerda que no hay mayor amenaza para la Iglesia que la desunión. Asimismo, la unidad de la Iglesia tiene un gran impacto en la predicación del evangelio.

Note el versículo 21. Es vital que el mundo vea a Jesús como alguien más que un simple hombre. El mundo debe ver que Él y el Padre son Uno. La unidad de los creyentes es una evidencia poderosa de que el Dios Trino —Padre, Hijo y Espí­ritu— es el único Dios verdadero.

□ Para que vean mi gloria Juan 17:24-26

Las palabras finales de la oración de Jesús parecen ser un resumen de los pensa­mientos de Jesús conforme se acerca a la Cruz. Su voluntad es que sus seguidores estén con Él para siempre (Juan 17:24-26).

Más de treinta años, Cristo experimentó las limitaciones y luchas de la vida humana. Ahora regresaría al Padre, y quería que aquellos a quienes amaba experi­mentaran la gloria.

La vida terrenal de Jesús culminaría en las horas que tenía por delante. La bru­talidad de la crucifixión sería su retomo a la gloria. Aunque un dolor y sufrimiento extraordinarios estaban ante Él, también lo estaba un indescriptible gozo.

Qué nos dice Dios?

Al enfrentar la cruz, Jesús oró para que hubiera unidad entre nosotros. ¿Cómo vemos la unidad entre creyentes? Esta necesidad permanece, y nos llama a deter­ minar cómo fortaleceremos los lazos que nos unen.

El ministerio en acción

  • Examínese a sí mismo para identificar características que puedan conducir a la división en el Cuerpo de Cristo.
  • Ore por oportunidades para mostrar al mundo quién es Jesús.
  • Busque una oportunidad esta semana de presentar a Jesús.

Acerca de: Editorial VIDA

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