VIVIR POR FE — Pbro. Abel Flores Acevedo

L a mejor definición de la fe es la que vivimos diariamente. La fe no se produce por una declaración, las cosas no suceden únicamente por poseer un concepto académico de la fe.

La fe lleva a la obediencia

Las personas con una fe genuina son sensibles y obedientes a la voluntad de Dios. Abraham el padre de la fe fue llamado por el Señor a dejar su tierra y su parentela para ir a una tierra desconocida. El patriarca estuvo dispuesto a dejar Ur de los Caldeos, y con ello dejar la dependencia económica junto a su padre Taré y depender totalmente de quien le había llamado. Al abandonar su tierra y parentela también estaba dejando la seguridad familiar. Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré (Génesis 12:1).

Dios le hizo la promesa y Abram creyó la Palabra. El Señor le prometió la bendición de reconocimiento personal cuando le dijo Engrandeceré tu nombre. Le hizo la promesa de bendecirlo materialmente al expresarle Haré de ti una nación grande y te bendeciré, y finalmente le prometió bendición espiritual en el momento en que le señaló Serás bendición. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán (Génesis 12:2-4).

Más adelante la fe de Abraham vuelve a mostrarse creyendo a Dios la promesa de un hijo, sabiendo que su esposa era estéril y de edad avanzada, consciente de que su mismo cuerpo estaba desgastado, contando con un aparato reproductor imposibilitado a causa de su edad. El Eterno Creador le había asegurado que su descendencia sería como las estrellas del cielo, como los granos de arena del mar. ¡Abraham creyó!

Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mí pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos (Génesis 17:1-8).

Dios es tan poderoso que merece que confiemos en sus promesas, el Señor tiene un entendimiento que nadie puede superar, su sabiduría es suficiente, sería un error tenerle desconfianza.

Abraham nunca permitió que su fe se quebrantara, no dejó que su fe muriera, se mantuvo creyendo y confiando ciegamente en la promesa del único Dios verdadero. El patriarca no permitió que la duda se filtrara en su mente o que la incertidumbre lo golpeara. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia. Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4:18-25). La experiencia de Abraham nos motiva para desarrollar la fe, nos demuestra que la fe es recompensada por Dios.

La fe involucra confianza y paciencia

Cuando Isaac nace todo se transforma en casa de Abraham. El alcance de la fe hace que todo sea diferente, produce gozo, alegría y la satisfacción más plena que el alma del ser humano puede vivir. Sin embargo Dios prueba la fe de Abraham cuando después de unos años Jehová le pide que sacrifique a su hijo Isaac, Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré (Génesis 22:1-2).

Abraham pudo reclamar y argumentar en contra de la orden que Dios le dio, pero no fue así, el patriarca obedeció e hizo todos los preparativos para viajar al monte Moriah a tres días de camino, para llegar a la cita en la cumbre del monte. Es posible que por las noches al mirar las estrellas recordara la promesa y en el fondo de su corazón conservara la confianza en la bondad y justicia del todopoderoso

Con paciencia y confianza anduvo los tres días de camino para llegar al lugar. Abraham y su hijo subieron a la montaña con el fuego y la leña, ¿dónde está el cordero para el holocausto?, fue la pregunta que lanzó Isaac y traspasó el alma de su padre. Aun así, el patriarca dio una respuesta llena de esperanza y confianza en el Señor: Dios proveerá cordero para el Holocausto. Cuando las circunstancias son tan difíciles y nuestros ojos ven lo irremediable, es la fe el único recurso que puede cambiarlo todo. La fe puede mover la voluntad de Dios y provocar acciones a nuestro favor. La confianza en el Señor puede alcanzar en el último instante un milagro. Justo cuando Abraham levantó su mano empuñando el cuchillo para degollar al Isaac, fue en ese momento que el ángel de Jehová le gritó desde el cielo para detenerlo y librar a su hijo de la muerte. Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo. Entonces el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y he aquí a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tomó el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo (Génesis 22:10-13).

Dios proveyó un cordero para el sacrificio y ambos regresaron juntos con la victoria de la fe en sus manos. Bajaron del monte con la grata impresión de un Dios que provee.

La fe es fiel en los momentos difíciles

Al igual que Abraham, quienes somos llamados por Dios para un ministerio debemos aprender a depender enteramente del Señor. Desarrollar la convicción en la fidelidad del todopoderoso y mantenernos creyendo en sus promesas e infinito poder. Vivir por fe es vivir comprometido con aquel que nos llamó, aceptar las condiciones que establezca, cumplir con las tareas que nos han sido encomendadas.

La fe se demuestra en el diario caminar a cada paso que damos en la vida; cuando enfrentamos las crisis nos refugiamos en su protección, cuando el dolor golpea nuestro corazón, respetamos la soberanía del dueño de nuestro ser, al pasar momentos de adversidad esperamos con paciencia que se extienda la mano bondadosa del Señor para socorrernos.

Entendemos que el sufrimiento, el dolor, la desilusión y la aflicción pueden ser parte de nuestra vida y no por ello dejaremos de confiar en Dios. El Señor es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Salmos 46:1). Si Daniel pasó por el foso de los leones hambrientos ¿por qué nosotros no?, si Job fue despojado de sus bienes y familia, si sufrió enfermedad, ¿quiénes somos nosotros para quedar exentos de la aflicción? Es la fe en Dios y sus benditas promesas lo que nos mantienen en pie, somos más que vencedores por medio de Jesucristo. Los ángeles que libraron a Daniel y a los jóvenes hebreos, también están en el programa de Dios para proteger nuestras vidas. La fe de Abraham y Job nos demuestra que el Señor estará presente en los momentos más difíciles de la vida.

El Dios que estuvo en el monte Moriah, el Dios que estuvo en el foso de los leones, el Dios que estuvo en el horno de fuego está con nosotros. La fe abre camino para que nuestro Dios obre milagros de protección y provisión a nuestra vida.

La verdadera fe se mantiene firme en medio de las tribulaciones y las dificultades. Abraham era un hombre de carne y hueso con limitaciones y cualidades. Pero con su fe puesta en el único Dios verdadero.

La fe genuina saludable permanece sólida ante lo difícil de la vida. Se mantiene creyendo a Dios a pesar de que todo sea contrario, por encima de lo negativo, ante las circunstancias adversas. Creerle a Dios nos da paz y esperanza. Nos permite experimentar la bendición del Señor. La fe descansa en el poder de Dios y su dirección divina, ¡Dios nunca falla!

fuente: Aviva 2013 – vol 8

Acerca de: Pbro. Abel Flores Acevedo

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Lídere General del Concilio de las Asambleas de Dios en Mexico, Pastor, Líder, con una gran congregacion donde es Pastor. y excelente expositor de la Palabra de Dios.

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