EL COSTO DEL BUEN PASTORADO — por Pbro. Saúl Salce Pérez

En los inicios de mi trabajo pastoral, hace ya casi treinta años, mientras un grupo de dinámicos hermanos del H. Cuerpo Ejecutivo se disponían a organizar el Día del Pastor, escuché que una hermana comentó: por qué van a celebrar el día del pastor, si él es un ser humano como cualquiera. Mi primer impulso fue aclararle a esa oveja que los pastores somos algo especial para Dios, e incluso pensé llamarle la atención por su actitud. Gracias a Dios no lo hice, pero debo reconocer que sí me dolió lo sucedido.

Poco a poco en la escuela del aprendizaje verdadero, la de la vida, llegué a entender que el trabajo pastoral tiene sus momentos adversos, y que es necesario adquirir la madurez para solventarlos de una forma adecuada y correcta. Al realizar trabajos propios del ministerio pastoral, encontramos algunas situaciones antagónicas con las que se puede encontrar:

  • Si el pastor dedica el mayor tiempo a la oración y al ministerio de la Palabra, a fin de entregar predicaciones y enseñanzas que alimenten y fortalezcan la vida espiritual de los creyentes; y para ello delega autoridad en líderes para la realización de trabajos como visitación, evangelización, atención a grupos necesitados por enfermedad o diversos problemas; no faltarán los feligreses que lo juzguen como un pastor perezoso y falto de amor hacia las ovejas.
  • Si realiza un pastorado cerca de la gente con visitación continua y sistemática, recibirá críticas considerando que no respeta la intimidad de las familias y hasta el adjetivo de indiscreto pueden otorgarle.
  • Cuando el pastor presenta nuevas estrategias de administración y crecimiento tratando de romper moldes ancestrales que no han demostrado eficacia; algunos comentan que es un pastor moderno que quiere cambiar la vida que siempre ha llevado la iglesia.
  • Si el pastor es celoso de la sana doctrina y no se muestra abierto a las nuevas corrientes y novedades teológicas ni a sus predicadores; no faltarán los miembros que digan que es un legalista y fariseo.
  • Cuando se presenta el presupuesto de un proyecto de adquisición de nuevo terreno o la construcción de un nuevo edificio, nunca faltará quien piense que el pastor es un utópico, descontextualizado de la realidad financiera de la iglesia.
  • Al organizar el pastor un seminario o campaña de mayordomía financiera se oirán voces diciendo que es mercantilista del evangelio.
  • Si el pastor dedica tiempo para descansar o vacacionar con la familia, se hará sentir el murmullo de esos que nunca faltan: el pastor descansando y las almas perdiéndose o nuestros diezmos están trabajando. Por el contrario, si nunca toma vacaciones ni días de descanso dirán que se está haciendo el mártir

aguaEs muy probable, querido lector que a esta altura del presente artículo puedas imaginarte que el escritor tiene un concepto pesimista del pastorado y que no le ha ido muy bien en esa tarea, ¡nada más lejos de la realidad! Al contrario tenemos en alta estima el divino llamamiento y nos entregamos con pasión a este sagrado oficio.

Lo que deseo es transmitir que existen los riesgos que se han mencionado, pero que como citan algunos expertos sobre el tema es parte del precio que necesitamos pagar. Por otro lado, siempre serán más las voces que se expresarán a favor de nuestro trabajo. ¡Qué el enemigo no logre desanimarnos por las opiniones que difieren de nuestra labor! Exalto al Todopoderoso, porque en nuestro amado Concilio sigo viendo excelentes ministros que justamente merecen el título de Buen Pastor:

  • Atienden las necesidades de las ovejas (nada me faltará, Salmos 23:1);
  • les proveen descanso (me hará descansar, Salmos 23:2);
  • les brindan protección (Mateo 18:12);
  • sacian la sed con agua pura (junto a aguas de reposo me pastoreará, Salmos 23:2);
  • proporcionan dirección (me guiará por sendas de justicia, Salmos 23:3);
  • ofrecen compañía en las adversidades (Aunque ande en valle de sombra, de muerte, Salmos 23:4);
  • brindan consuelo (tu vara y tu cayado me infundirán aliento, Salmos 23:4);
  • proveen alimento nutritivo (Aderezas mesa delante de mí… Salmos 23:5);
  • ministran con unción (Unges mi cabeza con aceite, Salmos 23:5);
  • sus ovejas están tan bendecidas que transmiten esta bendición a otros (mi copa está rebosando, Salmos 23:5);
  • además dan su vida por las ovejas (Juan 10:11).

Sin embargo, si somos realistas, debemos reconocer que ningún pastor está exento de enfrentar situaciones adversas como las ya mencionadas, ante ello nos encontraremos con la disyuntiva que el escritor de la carta a los Hebreos nos presenta de cómo se puede realizar el pastorado: Con alegría o quejándonos (Hebreos 13:17).

Admiro a esos pastores que con cuarenta, cincuenta o más años de ministerio, nunca destilan amargura; al contrario siempre están prestos y con gozo aconsejan a las nuevas generaciones de ministros, siendo ejemplos dignos de imitar. ¡Dios les recompense por ello! Pero honestamente es una realidad que en ocasiones encontramos a consiervos con heridas en el alma y negativismo a flor de piel.

oveja¡Dios nos ayude a amarlos y orar por ellos! A manera de epílogo: no debemos rasgarnos las vestiduras por las adversidades que se viven en el desempeño del trabajo pastoral. Seamos objetivos, todas las profesiones y trabajos que se desean realizar con calidad también son objeto de crítica.

Por lo tanto, teniendo el privilegio de trabajar para lo más sagrado que existe en esta vida, como es pastorear la Iglesia del Señor, mantengámonos firmemente en este divino llamamiento con la convicción de que cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiremos la corona incorruptible de gloria. ¡Así sea!

fuente: Aviva 2011 -01

Acerca de: Pbro. Saul Salce Pérez

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